El peso y la importancia de la Constituyente dependen en gran medida de la importancia que se le conceda. Dicho de otra manera, el poder supremo que pretende instalar el régimen chavista puede ser un instrumento para perpetuar la revolución… o un simple montaje. Si se la toma demasiado en serio, se convertirá en la dueña del país. Pero la realidad es que la ANC será una entelequia que solo tendrá validez y atribuciones en la mente de la minoría que la apoye y en quienes formarán parte de esa asamblea elegida contra la Constitución y con el rechazo del 90% de los habitantes de Venezuela.

Una Constituyente ilegal solo puede nombrar autoridades ilegales. El gobierno que surja de un organismo elegido mediante un proceso de facto será, y valga la perogrullada, también de facto. Y en este punto, valga decir que el régimen venezolano, después de todos los golpes de Estado que ha consumado -con la pequeña ayuda de sus compinches en el TSJ, el CNE y demás parapetos oficiales- se convirtió en un gobierno de facto hace ya bastante tiempo. Incluso antes de las elecciones del 6D de 2015.

El 30 de julio próximo, fecha en la cual supuestamente se elegirán los representantes a la ANC, no significa ningún hito ni se debe tomar como el momento límite para que la lucha por la democracia se suspenda y terminen de ganar los malos. El grupete de delegados que se constituya en poder supremo –entre los cuales espera uno que no haya ningún líder opositor- tendrá de supremo y de poder lo que le otorguen los votos del soberano; es decir, prácticamente nada. Aún con el eventual apoyo que le pudieran dar las fuerzas armadas –que una vez más se harían cómplices de otro golpe de Estado-, será un ente chimbo y sin delegación popular.

Lo dijo muy claro el exministro y ahora candidato a la ANC, Jesús Faría: “tenemos que preservar la revolución con la Constituyente”. Es decir, que todo el tinglado no es sino un espejismo diseñado para que la gente se lo crea y acepte, por ejemplo, que Venezuela se convierta en una monarquía socialista de partido único. O para que la disolución de la Asamblea Nacional (el único poder legítimo que queda en el país) parezca normal. Y, por supuesto, para perpetuar el yugo chavista sobre lo que una vez fue una república.

Al final, el 30 de julio no pasará nada si el país mayoritario así lo decide ¿Y qué hacer a partir del 31 de julio? Pues seguir protestando. Hasta que se restaure el gobierno de la mayoría.




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