Los niños son las criaturas que mayor capacidad de aprendizaje y entendimiento tienen y por ello, es necesario aprovechar esa edad, en la que están ávidos de conocimientos, para enseñarles a respetar al resto de los seres, que comparten la Tierra con los humanos. Y una de las formas mas sencillas de hacerlo es empezando por las mascotas.

Una mascota es un ser vivo que necesitará cuidados, atención y afecto, que tendrá una vida mas o menos larga, dependiendo de la especie a la que pertenezca y que debe ser respetado y querido, desde el primer momento en que llegue a sus vidas, hasta su último suspiro. 

Unos padres que no tienen clara, la responsabilidad que implica tener una mascota, serán capaces de pagar cualquier dinero por el cachorrito que pide el niño, hasta que la tarea de cuidarlos se haga tediosa, el gatito arañe un sofá o haya que irse de vacaciones, momento en el que sobrevendrá el abandono (en la calle o en una perrera, para el animal es igual de traumático). 

En la carta a los Reyes Magos NO debería figurar ninguna mascota y eso dependerá, de la educación que se les haya dado a los niños. Si se les hace comprender desde pequeños, que un animal de compañía es mucho más que un presente, las nuevas generaciones seguramente serán infinitamente mejores.

Los abandonos no cesan

Cada año, el número de animales de compañía que acaban en la calle o en las perreras aumenta y eso es simple y pura falta de educación y de respeto. Y lo peor es que, detrás de la desaparición del hogar de una mascota, la enorme mayoría de las veces, hay una mentira que la justifique, porque los niños no son tontos y algo habrá que decirles.

O sea que, la compra de un gatito, un perrito, un conejito o del animal que sea, en vez de convertirse en un modelo de vida, que ayude a los niños a aprender a cuidar y a amar a otro ser vivo y a sentirse responsable de su bienestar, pasa a ser un ejemplo de hipocresía, puesto que su ausencia se encubrirá con excusas, como “se ha escapado” o “desapareció”.

Más triste sería imaginar, que un niño sea capaz de secundar la idea del abandono, puesto que, ello implicaría un grado de desidia, que resulta preocupante y que más adelante cuando sea adulto, podría devenir en inimaginables consecuencias.

Y para el animal, que es tratado como un objeto, al que tras usarlo un tiempo y agotado el entusiasmo por la novedad se tira a la basura, el abandono tiene graves implicaciones y puede acarrearle secuelas de todo tipo o directamente costarle la vida.

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