@pabloaure

La resistencia venezolana en algún momento tendrá que hacerle un reconocimiento al Secretario General de la Organización de los Estados Americanos (OEA). En efecto, siempre hemos dicho que los organismos internacionales a través de la historia se han comportado como clubes de amigos que no se solidarizan con los pueblos sino con sus mandatarios. Solo basta revisar el proceder de los antecesores de Luis Almagro para darnos cuenta de que todos se acoplaban a los designios del régimen. Por ejemplo, a Insulsa hasta lo llamaron pendejo, y eso bastó para que luego hiciera mutis con las calamidades que sufrían los venezolanos. Prefirió cuadrarse con el dictador antes que darle la razón a la resistencia.

Desde el año pasado Luis Almagro ha llevado la batuta en el orden internacional reconociendo la verdadera realidad de nuestro país. Impulsando lo que es su deber como Secretario General de la OEA, haciendo valer los instrumentos de la organización para restablecer el orden democrático de los países miembros de la OEA.

Fue Luis Almagro quien pidió la aplicación de la Carta Democrática Interamericana, instrumento que proclama como objetivo principal el fortalecimiento y preservación de la institucionalidad democrática, al establecer que la ruptura del orden democrático o su alteración, que afecte gravemente el orden democrático en un Estado (País) miembro, constituye un obstáculo insuperable para la participación de su gobierno en las diversas instancias de la OEA. Desde hace rato algunas voces hemos denunciado que en Venezuela se ha roto el orden democrático. Y es que no puede haber democracia cuando todo el poder está concentrado en una sola persona, ni tampoco cuando se desconocen las competencias de uno de los poderes constituidos y electo por la voluntad de los ciudadanos. Me refiero al flagrante desconocimiento que el régimen ha hecho del Poder Legislativo, cuyas leyes y decisiones son anuladas por un Poder Judicial inconstitucionalmente designado por una Asamblea Nacional que estaba en los estertores, y era presidida por el diputado Diosdado Cabello.

Hacen más los de afuera que los de adentro.-

El año pasado cuando estuvo bastante adelantada la sanción contemplada en la Carta Democrática, al régimen presidido por Nicolás Maduro –no a los venezolanos-, organizaciones políticas internas se prestaron al juego del régimen. Es decir aceptar sentarse a la mesa para “dialogar”. Vaya afrenta al clamor popular, pues los ciudadanos no querían dialogar porque sabía lo que ocurriría, no era otra cosa que darle oxígeno a un régimen que iba en picada. Pues bien, la MUD se encargó de atajarlo y alargarle la agonía. Le prolongó la permanencia a un dictador pero no calcularon que quienes internamente avalaron esa farsa se suicidaron. Los estudios de opinión así lo demuestran. Maduró quizá subió algunos puntos en popularidad pero su gobernabilidad seguirá pendiendo de un hilo. Ese hilo lo sostiene, aunque ustedes no lo crean, las comparsas a las que se han prestado algunos dirigentes opositores que prefieren esperar que el tiempo transcurra hasta el 2019 para ver si alguno de ellos puede ser el sucesor ¿Ingenua esperanza o planificación negociada? Otra pregunta obligada: ¿qué implica ese negocio? Para el común de los ciudadanos es más muertes, pobreza y mucha tristeza; para los negociadores la respuesta quiero dejarla a la imaginación de los lectores.

Validaciones y firmas.-

Con este asunto de las firmas para promover el fallido referéndum revocatorio y ahora las validaciones de los partidos políticos, no puedo olvidar la lapidaria sentencia del siempre recordado Óscar Yanes, con su denominada “teoría del ÑU”, en la que afirmaba que se pretende enfrentar a un régimen que no es democrático como si lo fuera. Óscar Yanes decía que es como si un torero pretendiera torear un Ñu como si estuviera frente a un toro de lidia. El Ñu es un animal de las planicies africanas que se parece al toro pero no es un toro. Eso lo dijo hace tiempo, quizá ya no estaría vigente porque esto ni es democracia ni tampoco se parece a una democracia.

Ese afán por insistir en utilizar herramientas que indudablemente serán desconocidas por el régimen a través de algunos de los organismos públicos que están a su merced, contrasta demasiado con que no se le haya ocurrido a quienes ejercen la vocería opositora representada en la MUD luchar por la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, que no tiene tiempo de expiración y en el supuesto de concretarla no solo saldríamos de Maduro sino que se reinstitucionalizaría la nación. Pero que va,  se enfocan en Maduro, ahora en las gobernaciones y luego en las alcaldías, como si todo lo demás estuviera bien.

Ni el PSUV ni la MUD unidos son mayoría.

El carnet de la patria será utilizado mediáticamente por Maduro para tratar de ejemplificar que los que lo apoyan son muchos más que la oposición, probablemente presente unas cifras abultadas cercanas a los siete millones de carnetizados y dirá comparando con el número de validaciones que apenas la MUD logró validar solo uno o dos millones de militantes (no creo que se llegue a esa cifra); las cuentas nos explican con meridiana claridad que, ni el PSUV ni la MUD representan más del 50% de los electores. Elemental, si somos más de diecinueve millones de electores, eso quiere decir que quienes no sacaron el carnet de la patria y tampoco “validamos” somos más de la mitad que no estamos con ninguna de las opciones que ellos nos presentan. A decir verdad: es la misma opción. Ambos sectores están preñados del mismo populismo que ha destruido los países donde se han impuesto. Por tal razón, es necesario advertir, que cuando decimos esto, no nos pueden etiquetar que apoyamos una tercera vía ¡Claro que no! Y no la apoyamos porque sencillamente tanto el PSUV como la MUD representan la misma vía.




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