Pero por supuesto que sí! Si votamos ganamos. Pero esa no es ninguna consigna original. Fue la que utilizo Henry Falcón en su campaña contra Maduro. Fue también la consigna que utilizaron quienes participaron en las elecciones del 6 de diciembre.

La pregunta verdaderamente importantes es: ¿Por qué los venezolanos no votaron, a pesar de que dirigentes nacionales tan importantes, excandidatos presidenciales como Eduardo Fernández, Claudio Fermín, el propio Falcón, Felipe Mujica, el ex alcalde Barreto y tantos otros, les pidieron que lo hicieran? ¿Por qué no pudieron convencer a ese 80% de nuestros compatriotas que están contra Maduro y su régimen en ir a las urnas para demostrar su rechazo?

Quizás la respuesta a esta última pregunta sea hoy más importante que la respuesta a la que sirve de título al artículo. Para responderla no hay que rebuscar muchos argumentos ni elaborar un tratado de sociología política. Las verdaderas razones pueden concentrarse básicamente en dos. La primera, tiene que ver con la falta de credibilidad de los ciudadanos en el sistema electoral. En efecto, es muy difícil que un venezolano madrugue el día de las elecciones, se disponga hacer una cola, para depositar un voto sobre el que tiene serias sospechas de que vaya a ser respetado o contado. Ni siquiera tiene seguridad de que este en la lista de votantes de la mesa en la que ha votado siempre, pues en las últimas elecciones se ha llegado hasta “reubicar” 24 horas antes del día de la elección a casi el 15% de los votantes de aquellos centros en donde el oficialismo sabe que siempre han sido derrotados. Sabe igualmente, que los miembros de mesa terminan siendo todos chavistas porque a los que salen sorteados jamás les entregan las credenciales y son sustituidos por militantes que llegan ese día al centro. Saben también que la mayoría de los partidos que son verdaderamente opositores fueron expropiados de la organización, de sus símbolos y sus tarjetas para entregárselos a alacranes que se han prestado a ello.

La segunda razón por la cual es muy difícil que se convenza a la gente de ir a votar es porque no percibe que haya unión de propósitos en la oposición, porque contempla un escenario de división y no consigue la foto de los dirigentes anunciando una política común.

De manera que estas dos realidades son los dos grandes desafíos que las fuerzas opositoras deben superar en Venezuela para recuperar ese arma insustituible de los demócratas que es el voto popular.

Sobre lo primero, es decir, el logro de condiciones hay que ser muy claros: No hay mil caminos que lleven a ese destino. En realidad hay uno solo. Se trata de llegar a una negociación para arrancar esas condiciones. ¿Maduro va a negociar? La respuesta es sencilla: depende de los incentivos que tenga para ello.

Lo que pareciera cierto es que la oposición no tiene nada que pueda incentivarla a negociar porque lo que él quiere que le den, está en otras manos otorgarlo. Esa es la razón por la cual el formato de la negociación no puede ser el de Oslo o Barbados. El formato debe ser el de una mesa con TODOS aquellos que puedan ser garantes de los acuerdos y que puedan obligar a las partes a cumplir con lo acordado.

Así las cosas, lo razonable pareciera que en esa hipotética mesa de negociaciones para lograr el objetivo de unas elecciones justas, libres y verificables, deberían estar (por lo menos) Los Estados Unidos, Cuba, Rusia, la Unión Europea, Colombia y Brasil.

Si de esa negociación salen condiciones aceptables, TODOS, pero absolutamente TODOS deberíamos asumir el compromiso de ir a votar. Si logramos la foto de toda la dirección opositora junto con los gremios, las organizaciones empresariales, académicas y civiles, cumpliríamos con el segundo cometido y habremos logrado pulsar la tecla que vuela a entusiasmar a los venezolanos para ir a ejercer el único derecho que en democracia existe para provocar los cambios que es el derecho a votar y a elegir.




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