“La primera muestra de una auténtica vocación política lo es, en todo tiempo, que un hombre renuncie desde el principio a exigir aquello que es inalcanzable para él”. Stefan Zweig

Para poder entusiasmar y avanzar con la participación ciudadana, fortalecer la deliberación de ideas y proyectos, ejercer mejor control de calidad de los políticos y que resurja la confianza, es necesaria la realización de las primarias.

En estos momentos, no creemos que el dedo o el cogollo sean los elementos más idóneos para decidir quiénes deberán representarnos en tan importante proceso electoral como el presidencial. Resulta cuesta arriba pensar una sociedad democrática sin que haya algún tipo de representación política definida mediante mecanismos electorales. Con el argumento de que se producen heridas que serán difíciles de cicatrizar y divisiones complejas, ciertos liderazgos no ocultan sus preferencias por negociar, aislados de la voluntad de los ciudadanos, el nombre de su candidato. Lejos de estimular la participación, incentivan al rechazo, y luego a la abstención. Entendemos que en política golpear es un estilo, y llamar a la participación es otro, no es cuestión ni siquiera de estrategia sino de estilo de hacer política o de participar, e incluso si se quiere, de respetar al electorado. La apatía y desinterés que muestra la gente tienen como fuente primaria el descrédito que la actividad política se ha ganado con sus erráticos procederes, excesos y deficiencias; por lo que hay que colocar sobre el tapete la necesidad de dignificarla

Por supuesto que el asunto no es nada fácil, pues organizar las Primarias, toma su tiempo, por las complicaciones que la oposición tiene por delante y por las innumerables trabas que coloca e irá colocando el régimen. Muchos son los retos y el principal es el contexto político, no democrático, sin Estado de Derecho, con un Consejo Nacional Electoral (CNE) parcializado, y mucho escepticismo y desconfianza por parte de la ciudadanía. Aún no se define si las realizará el Consejo Nacional Electoral (CNE) o si las organizará una plataforma de organizaciones. Sin embargo, son muy pocos los nudos que faltan por desatar; existen los acuerdos previos, los reglamentos y los procedimientos para su realización.

La sociedad cuenta con actores múltiples que alientan el rescate del país deseado, pero quienes tienen la aspiración de representarnos son actores específicos que deberían organizase como grupos nacionales con lealtades y afinidades en torno de un rumbo político. Este parece ser un déficit mayor, quizás el principal, para los tiempos que vienen, porque sin partidos, en el sentido actual del término, la competencia política se hace más imprecisa. Se hace necesario tener presente que en la oposición todos los partidos son pequeños y se necesitan unos y otros, así como el hecho de que la mayor parte de la ciudadanía hoy en día no milita en organización política alguna.

Desde este momento se hace impostergable que las debilidades y las fortalezas se evalúen descarnadamente, con total sinceridad, para estar en condiciones de reaccionar sin engaños, con visión de futuro, ante las circunstancias que se presentarán para el 2024.

Desde este momento el llamado es a la reflexión, a la autocrítica, al sincero y descarnado diagnóstico, que nos permita innovar, anticiparnos, y hacerlo con humildad, porque el anticiparse exige muchas veces contener el ansia de prevalecer sobre otros, moderar la precipitación y situarse en una posición de aparente desventaja. Desde ahora, y como nunca, un tizón en el corazón y un bloque de hielo en la cabeza, desde ahora madurez política y, sobre todo, la humildad suficiente para posponer las ambiciones personales y no anteponerlas al interés de la colectividad.

Tal como lo hemos sostenido en otras ocasiones, no es el momento de «agendas ocultas», es el momento de la transparencia, y lo más difícil en este ámbito, de sinceridad y resignación. El reto que se les presenta, ahora más que nunca, a los partidos políticos democráticos en nuestro país, es crear un necesario ambiente de participación real de la gente común, crear un ambiente en el cual sus opiniones, sus necesidades y sus aspiraciones puedan plantearse y porque no en algún momento, transformarse en programas de un sano gobierno democrático.

Manuel Barreto Hernaiz




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