Dos años después de su expansión relámpago, el grupo yihadista Estado Islámico (EI) lucha por defender Mosul (Irak) y Al Raqa (Siria), las dos grandes plazas fuertes de su autoproclamado califato, acosadas por fuerzas iraquíes y sirias respaldadas por la coalición internacional.

El 17 de octubre, comenzó la campaña militar para liberar Mosul, en el norte de Irak, con la participación del Ejército, la Policía Nacional y las tropas kurdas «peshmergas», a quienes se sumaron semanas después las milicias chiíes «Multitud Popular», a pesar de los recelos de la minoría suní, debido a los abusos cometidos por algunos de sus hombres en campañas militares anteriores.

En los primeros compases de la batalla, el avance de las fuerzas iraquíes parecía imparable, a pesar de los muros de contención levantados por las huestes del máximo dirigente del EI, Abu Bakr al Baghdadi, que plagaron de minas y trampas bomba todas las poblaciones en sus manos, antes de abandonarlas.

En gran parte, gracias a la cobertura aérea de la coalición internacional liderada por EEUU, que también se coordina con las autoridades iraquíes en la última gran batalla en Irak contra el EI, que en 2016 ha perdido, además, importantes ciudades, como Faluya, en el centro de Irak.

Sin embargo, desde que la lucha abandonó la vasta planicie de Nínive, que se extiende al sur y al este de Mosul, y el 30 de octubre se adentró en los barrios orientales de la «capital» iraquí del EI, el avance se ha vuelto lento y complicado debido a la resistencia mostrada por los yihadistas y a la dificultad de luchar en una zona densamente poblada.

Desde entonces, las fuerzas regulares se han hecho con el control de 40 distritos de la mitad oriental de la ciudad, pero la occidental continúa aún bajo el férreo dominio del EI, además de otras localidades y zonas del oeste de la provincia de Nínive, de la que Mosul es capital.

La dureza de los combates a partir de noviembre se ha visto reflejada en las bajas sufridas en las filas del Ejército y las milicias. En ese mes, 1.959 soldados iraquíes perdieron la vida, tres veces más que en el mes de octubre, según la misión de la ONU para Irak, UNAMI.

Pero quien más está sufriendo esta guerra es la población civil. Se desconoce el número exacto de los habitantes que permanecen en estos momento en el interior de la ciudad, pero cuando dio comienzo la ofensiva, la ONU calculaba que había allí entre 1,2 y 1,5 millones de personas.

El número de desplazados por la violencia en Nínive alcanzó la semana pasada las 103.362 personas, según informó el Ministerio iraquí de Migraciones, mientras se desconoce cuántos civiles han muerto o resultado heridos.

Si la batalla por Mosul se presenta larga y difícil, el asalto contra la ciudad siria de Al Raqa, la autodenominada «capital del califato», tampoco parece que vaya a ser una cuestión inminente.

El pasado 6 de noviembre, la alianza armada kurdo-árabe Fuerzas de Siria Democrática (FSD), que combate apoyada por unidades especiales estadounidenses y de otros países que integran la coalición internacional antiyihadista, lanzó la operación «Ira del Éufrates» con el objetivo de aislar la capital yihadista.

Desde entonces, han conquistado 700 kilómetros cuadrados en el norte de la provincia de Al Raqa, en el este de Siria, y otros 1.300 en el oeste de dicha provincia.

La alianza cuenta con el apoyo de brigadas locales, así como de 1.500 combatientes árabes originarios de la ciudad de Al Raqa y de otras partes de la región, que han recibido entrenamiento y armas de la coalición internacional.

A mediados de diciembre, el secretario de Defensa de EEUU, Ashton Carter, reveló que su país enviará a unos 200 efectivos adicionales a Siria para apoyar a las FSD en su ofensiva.

En Baréin, Carter explicó que en la fase actual su Gobierno busca «asegurar el éxito del aislamiento de Al Raqa» y generar las fuerzas locales necesarias para «controlar y mantener» su control una vez que haya sido tomada.

El jefe del Pentágono dijo unos días después, en Londres, que el objetivo de la coalición «no es solo ganar la guerra (al EI), sino asegurar la paz», por lo que será necesario mantener el trabajo de la coalición «más allá de la derrota del Estado Islámico» tanto en Siria como en Irak, a fin de asegurar una paz duradera en la región.




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