“La violencia es el arma de los que no tienen razón”. Si no fue original de Rómulo Betancourt, uno de los fundadores de Acción Democrática, por lo menos fue una sentencia muy repetida en aquellos años de violencia. Los seguidores de Fidel Castro, copiando su estrategia de guerrilla montañera para derrocar a Fulgencio Batista, en su mayoría jóvenes venezolanos adoctrinados por el comunismo internacional, se dedicaron al asalto de bancos, y al secuestro de personas ajenas al quehacer político nacional (caso Niehaus) para financiar su lucha contra la naciente democracia que socialdemócratas, democratacristianos y “joviteros” se empeñaron en afincar en Venezuela después de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Los más viejos conocemos ya esa historia, y no hay que repetírsela; pero sí a los más jóvenes, si es que apartan sus ojos de la pantallita de su celular y por casualidad leen estas líneas.

Pero la violencia no era mercancía exclusiva de los empeñados en seguir la línea cubana: también los “democráticos” del prechavismo utilizaron medios violentos en esos años de efervescencia política: los agrupados bajo el paraguas del “Pacto de Punto Fijo” también dirimían sus rivalidades entre sí a batazo limpio. Discretamente,eso sí. La prensa escrita y televisada era poco dispuesta a sacar esos trapitos sucios al sol, y la cosa no pasaba de unos cuantos contusionados. Como decía “Bólido” en la Radio Rochela: “Ellos se abrazan y beben champaña, y nosotros recibimos los batazos”, refiriéndose a los líderes políticos que aparecían en los diarios y noticieros, riendo y brindando por cualquiera cosa, mientras los activistas, los del pueblo llano y crédulo, se caían a golpes en las calles.

Esa herencia ha durado hasta nuestros días, cuando el madurismo pretende ahogar las actividades de quienes lo adversan mediante instrumentos más contundentes que un bate de béisbol: Fracasado el “socialismo del siglo 21”, y exentos de alguna razón otra que despojar a la nación de sus riquezas, para mantenerse en el poder en vísperas de una campaña preelectoral de la oposición para elegir al candidato que derrotará a Maduro en unas elecciones limpias (suponiendo que lo serán) los pocos seguidores que le quedan al mastodonte han asumido la tarea de amedrentar, y en casos más graves agredir, a los seguidores de María Corina Machado y de los otros aspirantes a la candidatura de oposición en las elecciones presidenciales venideras, como han venido denunciando los propios candidatos y sus comandos de campaña. Y mencionamos en particular a Machado, porque es quien, según los sondeos de opinión, tiene más intenciones de voto entre los numerosísimos venezolanos hartos de los desmanes y tropelías de la elite que goza de las prebendas del poder a sus anchas, y que derrotará al sátrapa cucuteño. Recalco la cualidad de pulcritud necesaria.

Esa tarea de amedrentar a los opositores ya no es a batazo limpio, como en épocas pasadas. Ahora la cosa es con revólveres y armas largas de guerra y cabalgando sobre poderosas motocicletas. Armas que sospechamos suministradas por quienes tienen el poder y la autoridad para adquirirlas en los mercados legales dedicados a la fabricación y suministro de ejércitos y policías del mundo, adquiridas para la defensa de su territorio y para combatir a la delincuencia, y no para amedrentar o atacar a la población civil no delincuente, y dedicada al legítimo derecho de expresar su opinión.

Pero todo tiene su razón: la delincuencia no se combate a sí misma…




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