Mientras conocemos los resultados de la Primaria, pues cuando escribo esto todavía no se han publicado, abordemos otro tema.

Me enseñaron que Dios hizo a Adán con barro. Las Sagradas Escrituras no explican como hizo para dotarlo de todas sus vísceras, nervios, músculos, huesos, etc., pero sí que después creó a Eva de una costilla de Adán, cuando le era más fácil hacerla también de barro, como a Adán. Pareja lista para proceder a llenar la Tierra de seres humanos.

Adán y Eva tuvieron a Abel y Caín. Abel, pacífico, bondadoso. Caín, malvado. Con una quijada de burro (no dice la escritura si el burro lo mató él para sacarle la quijada, se la encontró por ahí, o si tocaba en una orquesta de chachachá) mató Abel. Creo que las Escrituras no mencionan a más, pero, obviamente, Abel no podía dar continuidad a la especie y poblar la tierra solo, pero la descendencia fue muy numerosa.

También tratan las Escrituras sobre la corrupción del mundo y que Dios encargó a Noé la construcción de una enorme nave donde embarcar una pareja de cada especie existente en el planeta. No sabemos cómo llevó al Arca canguros de Australia, bisontes de las praderas de Norteamérica, llamas y vicuñas de las alturas andinas, osos Panda de la China, caimanes del Orinoco, elefantes y jirafas de África, avestruces y canguros de Oceanía, ni tampoco cómo hizo para darle alimento a toda esa cantidad de animales durante 40 días sin que se comieran unos a otros, porque también metió leones de África, pumas de Suramérica, lobos de Europa, osos polares y tigres de Bengala de la India.

Eso dicen las Sagradas Escrituras, pero de Darwin para acá (1859, El Origen de las Especies) se cree otra cosa. Cuando se formaron los planetas en el universo entero, en el nuestro cubierto mayormente de agua, y tal vez en otros remotos, a lo largo de millones de años fueron evolucionando las especies hasta que aparecieron los homínidos, entre ellos los humanos. Los científicos ubican a los primeros humanos en alguna zona del este de lo que hoy llamamos África. A medida que aumentaban en número, nuevos grupos de humanos fueron desplazándose en todas las direcciones, y se afirma que 9600 años Antes de Cristo estaban en la zona de la hoy llamada Turquía, y 4000 años después ya habían llegado a lo que es hoy Portugal, habiendo ya cubierto todo el continente europeo a medida que terminaba la Edad del Hielo.

En fecha no determinada aun, grupos se encontraron con el brazo de tierra que unía Asia con Alaska (hoy Estrecho de Behring) y se fueron extendiendo hacia el sur, constituyendo paulatinamente las tribus de Norteamérica, las culturas mayas y toltecas, caribes, incas y mapuches que miles de años después se encontrarían españoles, portugueses, ingleses y franceses en las islas del Mar Caribe, Centro y Suramérica.

De lo antes escrito se desprende que todos somos descendientes de un tipo muy malo: Caín, y que algo de ello hay en nuestros ADN. Y también que somos una amalgama de razas entremezcladas, especialmente los que nacimos en tierras americanas, mezcla de aborígenes americanos, africanos, asiáticos y, finalmente, europeos, y de todos ellos hay también en nuestros ADN.

Se preguntará el lector a qué viene todo este cuento seudocientífico. Es que, hace un par de semanas, el ilegitimo de Miraflores dio a conocer su ADN: 34% amerindio, 16% africano (bisabuelo esclavo en Falcón), 26% canario, y un porcentaje, que no recordaba, sefardita holandés.

Todos excelentes ingredientes. Tal vez la falla sean los porcentajes…

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