Cada cincuenta minutos muere en el mundo una mujer por violencia de género, mal social agudizado durante la pandemia. “Escuchar a las víctimas y no re-victimizarlas con juicios de valor” pide la Red Naranja que agrupa a ciento un organizaciones. La violencia contra las mujeres y las niñas es un problema de todos. Y no es problema extranjero ni una moda. Es un drama permanente y actual y también un problema venezolano.

Aquí mismo, hace poco el Centro de Justicia y Paz (CEPAZ) ha informado de treinta feminicidios consumados y once frustrados en este país de nosotros durante 2021. Y lo que no se sabe. En octubre, veintitrés futbolistas de la vinotinto femenina, encabezadas por Deyna Castellanos, denunciaron en carta pública al ex entrenador de la selección por gravísima conducta impropia y abusiva.

El 25 del mes pasado fue el Día Internacional por la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, en el mes naranja, dedicado a este mal indignante en el marco que adquiere relieve mundial de los derechos de la mujer, ineludible cuestión de dignidad humana que incumbe a todos y no sólo a quienes sufren desigualdad, violencia o exclusión.

Aquí, el Estado venezolano debe cumplir sus compromisos con la dignidad humana, garantizados por la Constitución y acordados en la Convención Americana sobre Derechos Humanos, vergonzosamente denunciada por el gobierno en 2012; la Convención de Naciones Unidas sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer de 1979; la Convención Interamericana para Prevenir, sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, suscrita en Belém do Pará en 1996. Y cumplir y hacer cumplir, como juran ritualmente los funcionarios al asumir sus responsabilidades, con la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia de 2007, sucesora de la Ley Orgánica sobre Violencia contra la Mujer y la Familia de 1999, mi último año como parlamentario.

Es labor ciudadana exigir que la agenda pública asuma y el liderazgo dé respuestas a los temas sociales relevantes. En la política, claro, pero también en la economía y el trabajo, en el funcionamiento institucional y los problemas específicos de todos los sectores. Porque la justicia es componente, con la libertad y la prosperidad, de la armonía social.

¡Basta! Ha dicho Oxfam, iniciativa social nacida en Oxford 1942 de bien ganado prestigio internacional por su combate a la pobreza y el sufrimiento. Sumo mi voz al reclamo ¡Basta!




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