Desde que tengo memoria, mi tío Miguel Correa, hermano de mi papá, hablaba mal del gobierno. Su esposa, mi tía Clarita González, una oriental muy simpática y bien bonita, había sido la florista oficial de Pérez Jiménez.

Mientras mi tío ganaba torneos de bowling, a lo largo de geografías lejanas y desconocidas, mi tía ganaba dinero con sus empresas familiares. Primero fue la Floristería Clarita, preferida del Dictador, luego, cuando la vista ya empezaba a cansársele y las manos también, montó una imprenta y más tarde una librería. Tenía mucha cabeza para los negocios.

Mi tío, siguiendo los consejos de su padre, había estudiado Comercio y trabajaba de gerente en un banco. A finales de los cincuenta, contaban con una buena posición y una linda familia integrada, además, por sus dos hijos, Luis Miguel y Emperatriz.

Había nacido en Valencia, el 8 de mayo de 1924, hijo y nieto de carabobeños, era amante de los deportes, especialmente del baloncesto. Lo jugaba en una cancha que construyeron mi tío Miguel y su hermano Luis Antonio con sus amigos Luis Núñez Pérez, Luis Enrique y Miguel Reverón Conde, Juan Núñez Pérez, Marco Tulio Mendoza, Enrique Mariño y Víctor Mottolese; todos pastoreños con muchas ganas de hacer un equipo serio de baloncesto y lo consiguieron. Convirtieron un terreno abandonado que pertenecía a la Logia, en una hermosa cancha. Y llegaron a jugar con los otros equipos que existían en Valencia, “El Palotal”, “San Blas” y “Palonegro” y hasta llegaron a ir a jugar a Caracas.

Pero la familia se mudó a la capital y allí mi tío Miguel descubrió, en la “Cervecería Donzella”, un juego que le gustó, el boliche. Había un letrero que decía “El que haga 300 se gana una caja de cerveza” y se la ganó. Pero cuando estaba con sus amigos por acabarse el premio, sin dejar de jugar, volvió a sacar 300. En esa época el bowling no se consideraba deporte, hasta 1951 y lo llamaron a integrar uno de los equipos serios que se formó en Caracas y su vida cambió.

El problema es que mi tío era pro-dictatorial y antiadeco furibundo. Todas las noches, según él, se fraguaba en alguna casa amiga, “la tumbada de esta democracia que nos iba a llevar al desastre”. Una noche, a mediados de 1961, en pleno Gobierno de Betancourt, escondió en su casa a un golpista y con él, muchas armas. Esa noche arrestaron hasta a mis abuelos y a mi tía María Carlota, la menor de los Correa. Bueno, los arrestaron a todos menos al amigo golpista que logró escapar, pero ¿cómo podía justificar mi tío lo de las armas? A mis abuelos y a mis tías María Carlota y Clarita, los liberaron en pocos días.

Y no me extraña que, si mi tío hubiera contestado sin apasionamientos, explicando que sólo le hacía el favor a un amigo, tal vez lo hubieran soltado en pocos días también. Pero no, dijo que las armas, si eran para matar al desgraciado de Betancourt, el feliz las escondía en su casa. Así terminó en la Cárcel Modelo, donde permaneció los próximos tres años.

Su esposa para esa época acababa de tener una niñita, Marianella y estando mi tío en prisión, fue engendrado Francisco, el menor. Ahora tenía cuatro hijos y más problemas que nadie, ya que, al estar preso, no podía resolverlos como antes. Mi tío le echaba la culpa a Betancourt y al “desgraciado” de Carlos Andrés Pérez, su ministro de Relaciones Interiores. Muy pocas veces lo visité. Estaba muy chiquita.

Casi tres años más tarde fue liberado, después de un juicio que sentenció menos años de prisión que los que había cumplido. Nada raro en nuestro país. Y quizás, aunque sentía que su vida ya no era la misma, a su salida, el Banco lo volvió a emplear y casi tres años de inactividad en el deporte, que tal vez lo habían oxidado un poco, siguió ganando campeonatos.

No podemos olvidar que, en 1954, ganó en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, Oro en Quintas, Individual y Todo Evento y fue campeón en quintas y subcampeón todo evento en el Mundial FIQ (Federación Internacional de Jugadores de boliche), en Hamburgo, Alemania, en 1960. Fue bicampeón americano de equipos en 1961; plata y bronce individual Torneo Las Américas y Pentacampeón Nacional en 1954, en 1959 y en 1960. Y a la salida de la cárcel, siguió ganando campeonatos.

Mi tía María Carlota, su hermanita menor, consentida y amada, se enamoró de Jaime Daza Pérez, ¡sobrino de Carlos Andrés Pérez! Recuerdo que Carlos Andrés nos invitó a almorzar a su casa a toda la familia y él mismo nos atendió, pero mi tío Miguel no fue. Y mi tía María Carlota igual se casó. A la boda asistió el expresidente Betancourt y María Carlota no lo saludó cuando este vino a felicitarlos y creo que, con eso, mi tía sintió que así se había congraciado con su hermano.

Miguel Correa siempre se destacó por su buen corazón. En 1975 adoptaron una niñita con problemas de salud, Marilincita, que murió en poco tiempo y entonces, como el dolor era mucho, adoptaron a Scarlet, una “negrita”, perdón “marrona” (así decía ella), preciosa y muy simpática, que compró el corazón de la familia. Hoy en día, Scarlet es la única de los hijos de mi tío, que se dedicó al bowling.

Mi tío Miguel falleció a los 97 años, el 12 de noviembre de 2021, después de ver morir a todos sus hermanos Correa. En 2018, ese valenciano, pastoreño, gloria del deporte, fue llevado al Salón de la Fama del Bowling Venezolano por sus logros nacionales e internacionales que, según ellos, proporcionaron un brillo muy especial al bowling venezolano dentro y fuera de nuestras fronteras, reconociendo que fue el primer campeón internacional de Venezuela.

anamariacorrea@gmail.com




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