La fatiga y los trastornos del sueño son los dos efectos adversos más frecuentes relacionados con el cáncer. Afecta a 75 de cada 100 pacientes oncológicos. El tipo y estadio del cáncer, así como los efectos secundarios de los fármacos de la quimioterapia son algunos de los factores desencadenantes. Aunque las disrupciones del sueño pueden mantenerse por muchos años, luego de haber completado el esquema de tratamiento.

Se trata de una reacción negativa del cuerpo tanto a la enfermedad como a algunos de sus tratamientos. Puede manifestarse en forma de insomnio o de sueño de corta duración y mala calidad. “Apenas el 5% de estos pacientes reciben recomendaciones formales y de seguimiento para su trastorno del sueño” afirma Mirvi Molea Pernía, neumonóloga de la Clínica SoñaRes.

La mayoría de estos trastornos se relacionan con síntomas como dolor, depresión, pérdida de la concentración y de otras funciones cognitivas.  En numerosos estudios se reporta la disminución del estado funcional del paciente, la capacidad para realizar las tareas diarias.

Estas personas pierden la seguridad en sí mismas, pueden llegar a abusar de la medicación y sus relaciones interpersonales se hacen cada vez más pobres, deteriorando progresivamente su salud mental y física, manifestó la especialista. También, los trastornos del sueño pueden incidir en la disminución de la tasa de curación del cáncer y el incremento en su recurrencia.

La persona puede experimentar un único trastorno o una combinación de ellos: Insomnio, desórdenes respiratorios relacionados al sueño -como la apnea-, hipersomnia (somnolencia excesiva), trastornos del ritmo circadiano, parasomnia y desórdenes del movimiento relacionados al sueño, entre otros.

Para el diagnóstico se hace un estudio durante la noche (polisomnografía) en el que se vigila la respiración, frecuencia cardíaca, movimientos oculares, la posición del cuerpo y sus cambios, el nivel de oxígeno en la sangre y las ondas cerebrales mientras el paciente duerme, detalló la doctora Molea Pernía. Se puede realizar en el centro clínico o en el propio hogar; al día siguiente la persona puede reincorporase a sus actividades con toda normalidad.

Una vez el diagnóstico, se diseña un tratamiento a medida de la persona que le ayude a conciliar un sueño realmente reparador, que le ayude a recuperarse más rápido después de una sesión de quimio o radioterapia y contribuya a mejorar su estado de salud general.

El tratamiento farmacológico

El tratamiento farmacológico adecuado es importante en vista de que el 50% de los pacientes oncológicos reciben opiáceos y psicotrópicos. Por ejemplo, los adultos mayores pueden presentar somnolencia diurna con disfunción cognitiva y motora, lo cual los hace más propensos a las caídas y fracturas. Pueden utilizarse benzodiazepinas hipnóticas y ansiolíticas, hipnóticos no benzodiazepínicos y antidepresivos sedantes, siempre vigilando la aparición de posibles efectos adversos e interacción entre medicamento, según señaló la especialista.

Algunas de las recomendaciones generales que hace la especialista para mejorar la calidad del sueño de los pacientes oncológicos:

  • Reducir los factores desencadenantes como el dolor, náuseas y vómitos.
  • Control adecuado de enfermedades asociadas como depresión, ansiedad, hipertensión, diabetes y EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica).
  • Establecer la higiene del sueño: Incluye cambios de hábito como reducción de sustancias estimulantes (café, alcohol) y comidas pesadas, sobre todo en las noches; la práctica regular de ejercicio con diferentes programas de rehabilitación física y respiratoria, y mantener un ambiente confortable para dormir.
  • El apoyo psicoterapéutico regular demuestra beneficios a los 24 meses y permite establecer un ritual del sueño, con terapias cognitivas y técnicas de relajación, así como la restricción del sueño, lo cual disminuye el tiempo en cama que desencadene el sueño en horas no habituales para dormir.

 




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