Es menester admitirlo, para tener buen juicio en política, hay que empezar por reconocer los errores. Hace pocos días, un amigo conocedor de estos difíciles y complejos asuntos me comentaba que en la vida los errores se pagan, y en política… se transfieren.

Quizás mi amigo intentaba señalarme cierto símil negativo entre los intelectuales y los políticos: a ambos estamentos, en no pocas ocasiones, pareciera que les importa más que las ideas sean más interesantes que ciertas.

Pero alguien que ha sido considerado el precursor de la ciencia política- el florentino Nicolás Maquiavelo- decía que las decisiones políticas, para servir de algo, deben regirse por unos principios más implacables que los que son aceptables en la vida diaria, para luego apuntalar aquella sentencia certera: … «El principal error en política es confundir los deseos propios con la realidad».

Hay ciertas cosas que no pueden cambiarse de acuerdo a la ocasión, ciertos límites que no pueden sobrepasarse, como compromisos que no pueden obviarse, ni principios que puedan traicionarse.

El buen juicio en política es complicado. Significa encontrar un equilibrio entre la estrategia política y la política en abstracto, en compromisos imperfectos que siempre dejan descontento a alguien, muchas veces, a uno mismo.

De acuerdo al filósofo argentino Mario Bunge, el error es tan común en política como en ciencia, pero la corrección del error es menos frecuente en política que en ciencia, porque al político común le interesa más el poder que la verdad.

Si para un ciudadano de a pie errar es humano, para un político que se resiste a aceptar sus desaciertos, errar es una contingencia. Son errores que no matan. Pero marcan, postergan, y dividen. Con el fino cinismo que le caracterizaba, Winston Churchill, un estadista que si era ducho en estos complejos asuntos, advertía:… «La política es casi tan emocionante como la guerra y no menos peligrosa. En la guerra podemos morir una vez; en política muchas veces».

Como nación, tenemos los venezolanos el pésimo hábito de meter en el baúl del olvido todos esos aspectos que nos empujaron al barranco donde hoy caemos; malas costumbres las nuestras de obviar, eludir los errores cometidos, sin procesarlos y, por ende, sin aprender de ellos.

Clara advertencia dejó Chuo Torrealba cuando le preguntaban por el porvenir de la MUD: “Ojalá que la MUD no se meta a madurista, porque Nicolás Maduro cuando se equivoca no corrige sino que se radicaliza, y profundiza el error. Ojalá que la oposición proceda a corregir y no se radicalice porque esto solo ha llevado a la desconexión con el pueblo que sufre y protesta”.

La cualidad que sirve de base a los políticos para tener buen juicio es el sentido de la realidad, por tal razón no deben esperar que tan solo sus buenas intenciones sean suficientes para garantizar buenos resultados. La única forma que tienen para comprender mejor la realidad es enfrentarse cada día al entorno y aprender sobre todo de sus errores, lo que sirve y lo que no, pues el sentido de la realidad no es sólo un sentido del mundo tal como es, sino como podría ser, ya que la política no se trata tan solo de ignorar lo que se sabe y «saber» lo que se ignora; comprender lo que no se comprende y no oír lo que se oye; hablar lo innecesario y callar lo debido.

“No pretendan obligarnos a hacer coincidir nuestro silencio con sus errores, porque de eso no se trata la confianza»

Willy McKey lo sintetiza de magistral manera: “No pretendan obligarnos a hacer coincidir nuestro silencio con sus errores, porque de eso no se trata la confianza. Al contrario: de eso se han tratado estos 17 años”. Mientras el régimen se organiza, como un todo, con un solo objetivo y siguiendo, al pie de la letra, las instrucciones impartidas desde Miraflores y desde La Habana, en la hoy mayoritaria oposición, aún no aparece quien tome la batuta para dirigir esos acoplados acordes que se requieren con carácter de urgencia, para irnos preparando para salir de tan prolongada tragedia. Otro que con buena voluntad se refiere a los errores en la conducción política de la oposición es Andrés Pastrana, ex presidente de Colombia. Declarado persona no grata por el régimen en la cívica gesta de 15/07 (1998-2002) insta a la oposición venezolana a entonar un mea culpa para recuperar la credibilidad y la confianza perdida y mencionó entre los errores de la oposición que no actuara rápido tras su contundente triunfo en las legislativas de 2015, cuando había muy importantes instituciones por nombrar.
Ya lo hemos dicho, pero necesario y pertinente es repetirlo: prudencia amigos, pues en los políticos, como en los cirujanos, los errores son mortales; así que a dejar tácticas y estrategias devenidas en presiones y maniobras aisladas, para los verdaderos adversarios, los que moran en Miraflores o se regodean y solazan por nuestros disparates en el Capitolio regional.

La ciudadanía está atenta y espera esa responsable actitud cívica, ese temple, esa cordura y coraje, que ya en otras ocasiones han demostrado, al anteponer valores y principios a caprichosas aspiraciones personales.

(*) Errar es humano, perseverar (en el error) es diabólico




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