Una historia que se repite
Los regímenes fascistas han dejado dramáticas secuelas en el mundo de los siglos XIX y XX. Hoy la amenaza no cesa. En pleno siglo XXI, los estrategas fascistas encuentran espacios para “actualizar” la ideología y los métodos de dominación. Las prácticas fascistas intentan modificar el comportamiento individual y ciudadano, provocando miedo, incertidumbre, humillación y división en la sociedad; para esto, se apoyan en técnicas avanzadas de represión y control. La masificación y centralización de los medios de comunicación y la sofisticación de la propaganda gubernamental, crecen en eficiencia y dramatismo. La ética, la estética y los valores existen a conveniencia de los dirigentes y centros del poder fascista. Lo que no sirve al fascismo es anti ético, anti estético y anti valor. Esta visión de ejercicio del poder (gobierno) motoriza el accionar ideológico, social, cultural y económico de toda institución de corte fascista.
Violencia, miedo y humillación. El fascismo como ideología y movimiento político se asocia a la figura del italiano Benito Mussolini (entreguerras de 1918 a 1939). El término fascismo viene del italiano “fascio”, referido al manojo (“haz”) o fascio de ramas amarradas. Fascio es la fuerza del equipo, o la liga que lleva a la unidad. El fascismo promueve un corporativismo estatal totalitario, fuertemente militarista, y una economía centralizada que plantea la sumisión del pensamiento y la razón a la práctica de la voluntad y la acción (movimiento, creación o destrucción). En el ideario fascista destaca un nacionalismo exagerado, con culto a los valores patrios, el revanchismo y la confrontación violenta. Con un eficaz aparato de propaganda, aunado a un componente social interclasista y chauvinista, el Estado fascista adoctrina a las masas obreras, crea organismos de seguridad para-militares y cuerpos policiales represivos. Estos grupos e instituciones se encargan de “crear”, localizar y reprimir (aun con violencia extrema) a los considerados “enemigos del pueblo”, “vende Patria”, o “traidores”, y a todos a quienes ese Estado defina y señale como “enemigos de clase”, burgueses o “fascistas”. Los Estados fascistas rechazan ubicarse en el espectro político, como de izquierda o derecha. Hay varias visiones ideológicas del fascismo. La politología y ciencias sociales de orientación marxista ubican al fascismo en la extrema derecha, a veces como capitalismo “salvaje”, o socialismo de Estado. Algunos demócratas y social demócratas llaman fascismo a los gobiernos totalitarios, militaristas, centralizados, sin separación de poderes, con fuerte control comunicacional y paramilitar, con deterioro económico y baja productividad. Estos regímenes gustan auto ubicarse como de “izquierda”. ¡Usan la violencia, el miedo y la humillación ciudadana como recursos (auto justificados) de control!
La historia no finaliza, sólo se actualiza, sujeta a cambios y presente en nuevas formas…
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