Empecé a militar siendo un liceísta de dieciséis años. Sentíamos que la indiferencia era pecado de lesa democracia. Por eso me alegra cuando veo a jóvenes comprometidos, como el grupo perteneciente a una veintena de organizaciones partidistas y sociales con los que me reuní en estos días. Un encuentro plural con representantes del sector poblacional más interesado en el futuro por la obvia razón de que lo vivirá más. También esperanzador, por realizarse en el sabroso ambiente decembrino, siempre propicio a los buenos propósitos, máxime en la vecindad de un año de grandes decisiones.

Los jóvenes le hacen falta a la vida cívica, participar en ella le hace bien a ellos y ellos le hacen bien a la política, siempre que se cuiden de no ser como “Mini Me” el personaje en la película de Austin Powers, que es un clon del “Dr. Maligno”. Su aporte natural es la rebeldía, la creatividad y el optimismo. Con la juventud deben llegar a la política ideas nuevas traídas por hombres y mujeres nuevos dispuestos a realizarlas.

Toca al joven ver el pasado sin nostalgia y el futuro sin miedo. Buscar así cada generación su identidad para dejar su sello en la historia. La historia, sí, esa fuente de enseñanzas, catálogo de logros y fracasos, panorama de experiencias. Por cierto, a un grupo juvenil que le preguntara al viejo Winston Churchill acerca del secreto de ser un buen político y estadista, respondió “Estudien historia”. Está en el libro del recientemente fallecido Henry Kissinger sobre el liderazgo, cuya lectura recomiendo vivamente. Ya centenario, el viejo profesor vocero del realismo, acaba valorando los principios como base de estrategias exitosas.

“Los líderes –escribe- piensan y actúan en la intersección de dos ejes: el primero, entre el pasado y el futuro; el segundo, entre los valores perdurables y las aspiraciones de aquellos a los que lideran”.

Quien quiera un oficio fácil que busque otro. Quien lo que aspire es enriquecerse, lo cual es lícito que tome otro camino. La política es difícil y abundan modos más eficaces y limpios de hacer plata sin hacer daño. Debe el joven político atreverse a aprender del pasado y del presente, atreverse a conocer y a comprender tanto las profundidades como las apariencias de su entornoy atreverse a imaginar la vida que puede ser.

Ese atrevimiento exige aplicación al estudio, al pensamiento y a la acción, para leer en los libros en la vida y en las reflexiones que unos y otra nos motivan.

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