El simulacro no es lo que oculta la verdad. Es la verdad la que oculta que no hay verdad. El simulacro es verdadero.”

Jean Baudrillard.

Desde aquel nefasto 4 de febrero, día en el cual nos despertó una brutal intentona golpista, se le decía a la opinión pública a través de la boca de los insurrectos que la corrupción rampante en el país, la pobreza y la desigualdad habían obligado a estos heroicos soldados a deponer del poder a una cúpula corrompida y abyecta. Una sociedad sin pulso democrático comenzó de inmediato a coquetear con estas ideas de la venganza y del cambio violento, en noviembre de ese mismo nefasto año otro intento más sangriento, más violento irrumpía en nuestra penosa historia. Serían estos actos los prolegómenos de esta tragedia colectiva que se traduce en la más dolorosa diáspora devenida suma de dolor y emergencia humanitaria.

El mal es transparente, ubicuo, absoluto e implacable y durante veinticinco años estos golpistas, quienes ascendieron al poder gracias a la oportunidad conferida por un atolondrado ex presidente de la república que les condonó los crímenes cometidos y con ello los insertó en el sistema político permitiéndoles así hacerse del poder bajo el discurso incendiario que los había llevado a atentar contra el sistema democrático.

Así Chávez candidato primero y presidente después se erigía como medida de honestidad, como la conciencia moral del país, como jaculatoria se refería a la corrupción adeco copeyana, a la pobreza de 80% y a la inflación de 100 puntos, Estos argumentos le sirvieron para lapidar al sistema, deponerlo, minimizarlo y subyugarlo a sus aviesos fines.

La IV República era una etapa oscura, envilecida, que cuando menos debía borrarse de la historia o al menos deformarla. Así pues comenzaba la V República, la reivindicación social de los males de la otrora, la era de la reivindicación de los hasta ahora expoliados y excluidos, la abrupta entrada de Hugo Chávez en nuestra historia quedaría signada por su inesperada salida, producto de una penosa enfermedad, tratada en los hospitales de la nueva metrópolis de la decimo sexta provincia de Cuba.

La muerte de Hugo Chávez esta envuelta en un tupido velo de falacias, mentiras e imprecisiones, pero lo que si se considera un hecho real es que durante su convalecencia firmó leyes, realizó nombramientos y hasta una enfermera del Hospital Militar afirmaba haber visto al líder de la revolución lleno de vitalidad. Después del anuncio de su muerte en 2013, el país entro en una caída sin precedentes en la historia económica mundial y su economía se contrajo en 75 puntos, con ello el fantasma de la hiperinflación, una antigualla salida de las catacumbas de la economía, regía los destinos del país, las sospechas de la corrupción eran un razonamiento por validar, simplemente necesitaban ser demostradas.

En 2022, se anunciaba la recuperación de Venezuela con la panfletaria frase “Venezuela se arregló” , evento que jamás fue cierto sino el resultado de la inversión del erario público saqueado convertido en botín. El ex ministro Ramírez es señalado de haberse apropiado de 458 mil millones de dólares, el equivalente al gasto público de un país del tamaño de México. El escandaloso caso de corrupción develado en el primer trimestre de 2023, en el marco de las masivas protestas de los funcionarios públicos para exigir salarios dignos, contrasta con una realidad diádica absolutamente incompatible con la razón. Son las arcas de una nación saqueada hasta los tuétanos, en donde los jerarcas de la cleptocracia exhiben una vida digna de jeques del medio Oriente, de Sultanes salidos de las Mil y una noche de corrupción y vandalismo.

Esto no es política es gansterilidad a lo Coppola o Goodfellas, es un simple ajuste de cuentas, la violenta versión tropical de la noche de las bragas largas, ajustada bajo el matiz tropical de la noche de las bragas naranjas, una escena digna de la obra de Baudrillard “Cultura y Simulacro”. La simulación se desprende de las cifras impronunciables de lo apropiado, he allí la correspondencia con el simulacro, la ruptura de lo real, la lejanía con la política y la proxemia con la gansterilidad, todo esto que se vive en este ex país, es una ruptura con lo real, lo falso y lo imaginario.

Como sociedad estamos ontológicamente vaciados de ser, el lenguaje es incapaz de calificar tal tropelía cometida. Sin las acusaciones que van y vienen entre Ramírez y Tareck El Aisami estaríamos enfrente al mayor acto de estafa y corrupción en la historia de una empresa estatal, el escandaloso financiamiento desde el BCV hacia PDVSA quedaría reducido a un simple error técnico, un mal manejo contable que se desarrolla en torno a una cultura de cleptocracia llevada a cabo por lo cacos en el poder.

En este país comedia del horror de Antonin Artaud, un maestro o un profesor universitario no puede soñar con más de gramos de proteínas, mientras un ex magistrado del bufete privado del régimen ostenta una Villa en la Toscana italiana valorada en más de seis millones de euros, un verdadero bochorno, una bofetada directo al espíritu de millones de padecientes.

El escandalo asciende, se hace viral, toca a funcionarios y sus allegados y en medio de este exabrupto de corruptelas se celebran fiestas y jolgorios, en donde una sociedad absolutamente vaciada de espíritu asiste para ungirse con lodo, a los fines de escuchar una música también vaciada de estética. Somos una sociedad pletóricamente pobre de lengua, espíritu y sentido de pertenencia, tenemos las pobrezas de las pobrezas: pobres de logos, pobres de alma e indolentes por inmaduros.

La corrupción ahora es usada a guisa de arma política, para hacer ver que un régimen connaturalmente avieso, persigue a los pillos que formaban parte de sus filas y se filmaban bailando con maletines llenos de lingotes de oro, una verdadera elegía para Alí Baba y los cuarenta ladrones del Sésamo. El país no cesa de solicitar justas reivindicaciones salariales, ante las cuales se responde que no hay presupuesto, podríamos preguntarnos entonces. ¿Sí no hay para aumentar los salarios, de donde salieron los recursos mal habidos? La respuesta subyace en la máxima que cierra esta columna, la corrupción es un crimen de lesa humanidad, pues condena a la sociedad a vivir privada de servicios y expoliada a la miseria, el reto se impone en lo óntico. Como sociedad, si tuviéramos un ápice de madurez, no asistiríamos a ningún evento presentado por esta heredad que se muestra lúdica frente a un drama humano que estremece a todos los venezolanos y cuyo costo se mide en vidas.

La cobardía intelectual se ha convertido en una verdadera disciplina olímpica de nuestro tiempo”

Jean Baudrillard.




Estimado lector: El Diario El Carabobeño es defensor de los valores democráticos y de la comunicación libre y plural, por lo que los invitamos a emitir sus comentarios con respeto. No está permitida la publicación de mensajes violentos, ofensivos, difamatorios o que infrinjan lo estipulado en el artículo 27 de la Ley de Responsabilidad en Radio, TV y Medios Electrónicos. Nos reservamos el derecho a eliminar los mensajes que incumplan esta normativa y serán suprimidos del portal los contenidos que violen la Constitución y las leyes.