Villa Guacara sufre los rigores de la cercanía del relleno sanitario de El Tigre. Foto Dayrí Blanco

Dayrí Blanco

Hace una década, Iraní Espinoza comenzó a sentir un aroma característico. Era imposible pasar por alto el olor a humo. Molestaba a todos en Villa Guacara, una de las 15 comunidades al sur del municipio -en el estado Carabobo- a las que llega por la corriente del viento todo lo que se genera en el relleno sanitario El Tigre.

En ese momento era una situación soportable. Eso cambió desde diciembre de 2018 cuando se cerró La Guásima, el vertedero más importante de la región que recibía entre tres mil y cuatro mil 500 toneladas diarias de basura, y el relleno sanitario El Tigre comenzó a recibir cerca de siete mil toneladas de basura al día que, rápidamente, comenzaron a colapsar el lugar.

El aumento de la disposición de basura en El Tigre fue la solución tras el cierre de La Guásima, que ya había colapsado en la década de los 80’. En la práctica, la precaria disposición y tratamiento final de los desechos sólidos se mudó 30 kilómetros.

El relleno sanitario El Tigre, ubicado en la zona industrial del mismo nombre en el municipio Guacara, funcionó hasta 2017 en mancomunidad con el sector público a través de una empresa privada llamada Manorca y no se reportaban mayores incidencias de afectación a comunidades cercanas. En noviembre de ese año la administración de Rafael Lacava intervino todos los lugares de disposición final de desechos mediante la creación de Desechos Sólidos Carabobo (Desoca C.A).

Neblina dañina

Aunque El Tigre fue diseñado bajo estándares internacionales hace más de 40 años, la medida que implementaron en el sitio desde hace tres años no fue otra que la más primitiva y contaminante: La quema, una práctica que va en contra de los parámetros de control de estos espacios en los que se deben usar mecanismos de compactación de la basura en fosas.

En principio, solo en las noches se sentía el olor a humo, pero ya no importa la hora. “Tenemos que estar encerrados”, relató Iraní, quien tuvo que mandar a su hijo a casa de un familiar porque ha sufrido varias crisis respiratorias.

Las comparaciones de los vecinos son elocuentes. Aseguran que por las calles de la comunidad, en la que habitan más de dos mil personas, se ve a diario una gran nube blanca que se asemeja a la neblina de Mérida. Pero esta no es fría y fresca, sino caliente y con olores muy particulares.

Se han hecho expertos en identificar qué queman en el relleno sanitario. “Queman PVC, productos de plástico y eso pega en la garganta. Cuando queman caucho se ve el hollín, o el humo negro en las nubes, y cuando es cable o cobre también reconocemos el olor”, dijo Yeisi Andrade.

El vertedero La Guásima fue cerrado, pero el foco de contaminación fue mudado a apenas 30 kilómetros | Foto Dayrí Blanco

En lo que no se han vuelto especialistas es en evitar enfermedades. Aunque tapen todas las ventilaciones y se mantengan encerrados, el efecto sigue siendo negativo. Yeisi tiene un hijo de tres años que en las noches se desespera. “No podemos ni prender el aire acondicionado porque el humo se concentra, pero el calor es insoportable”.

La mujer fue diagnosticada hace un año con asma alérgica, como consecuencia de la quema en el relleno. Ahora depende de esteroides, inhaladores y nebulizaciones. “Eso me ha hecho padecer diabetes, sobrepeso y problemas en el corazón, pero es la única manera de respirar que tengo”. Al menos un habitante de cada una de las casas de la urbanización padece afecciones respiratorias.

El relleno sanitario está ubicado muy cerca del Lago de Valencia. Al recibir desechos peligrosos, industriales y tóxicos, se corre el riesgo de que los lixiviados lleguen a esta importante fuente de agua.

Los vecinos se han activado. Han enviado cartas a la Alcaldía y allí les dicen que no es una responsabilidad municipal sino regional. En la gobernación, sin embargo, no dan respuesta. La Ley de Gestión Integral de la Basura (2010) establece la corresponsabilidad de las autoridades en el manejo de los desechos desde la recolección hasta la disposición final.

El foco de contaminación de La Guásima, en Carabobo, fue mudado apenas 30 kilómetros al relleno El Tigre que empezó a recibir mayor cantidad de residuos que el clausurado. Un estudio de 2001 muestra los severos daños del vertedero La Guásima, que pueden replicarse en otros en el país.

 

Infografía: Roberth Delgado

 

Misterio: ¿Transferencia y reciclaje?

Por décadas se planteó y prometió la clausura de La Guásima. No era tarea sencilla por todos los intereses involucrados.

Nunca faltaron los proyectos. Desde 1985 se anunció un proceso de licitación para la instalación de un relleno sanitario en el estado. Dos años después se advirtió que el bote estaba colapsado y que debía ser clausurado. Eso no sucedió. Francisco Ameliach, durante su gestión como gobernador, prometió una vez más su clausura. Aseguró que para 2017 ya el vertedero no existiría. No cumplió.

En diciembre de 2018 la historia cambió. Parecía entonces que todo había quedado atrás. Sin embargo, ocurrieron dos cosas: Los habitantes de La Guásima tuvieron que buscar otra forma de subsistir y el problema fue trasladado a otro municipio.

El gobernador Rafael Lacava informó el 5 de noviembre de 2018 que el vertedero La Guásima fue cerrado de forma definitiva. Detalló que fue un acuerdo entre los alcaldes de la Gran Valencia con el objetivo de acabar con los focos de contaminación en las inmediaciones del antiguo vertedero.

Foto Dayrí Blanco

 

En las 53 hectáreas de La Guásima trabajaban para recicladoras decenas de personas como José Olivo (*). Él lo hacía para una de aluminio, su hermano recogía cartón. Les pagaban por la cantidad en peso que consiguieran. Todos a su alrededor dependían de eso.

Era un negocio que les permitía vivir y no conocían otra forma de hacerlo. Pero alrededor de lo que parecía una buena manera de subsistir, se tejían mafias, lucha de poderes y enfrentamientos armados.

A todo esto se sumaban innumerables enfermedades que se propagaban. Había niños con plomo en sangre que se intoxicaron al tener contacto directo con metales. El doctor Ángel Rafael Orihuela, quien fue ministro de Sanidad en 1992, aseguró en ese momento que el plomo era “el primer sospechoso de todo”. La inhalación constante de sustancias teratógenas es capaz de ocasionar cualquier tipo de malformación congénita.

“Es natural que al tener contacto directo con fuentes de ese y otros metales estén intoxicados”, dijo. Infectólogos de los infantes también confirmaron la hipótesis.

Además, se vertían desechos industriales con estaño, yodo y otros metaloides que se transforman en microelementos y sustancias teratógenas que provocan una alteración funcional, bioquímica o morfológica que se detecta durante la gestación, nacimiento o posteriormente. Es inducida durante el embarazo y es capaz de ocasionar cualquier tipo de malformación congénita.

Lacava explicó que los desechos sólidos serían llevados a una Planta de Transferencia y Reciclaje en el sector El Tigre, del municipio Guacara. Precisó que apostarían al proceso de reciclaje pues, a su juicio, podrían obtener recursos adicionales para el sustento de la entidad. Dijo que el dinero sería destinado al programa de distribución de alimentos subsidiados CLAP y la red de ambulatorios. Pero eso así como el prometido saneamiento, a más de dos años, es un total misterio.

(*) Nombre ficticio para resguardar la identidad del entrevistado.

Colapso del relleno La Ciénaga en Zulia

Edwin Prieto 

La disposición final de los desechos en el vertedero La Ciénaga, que recibe los residuos de los municipios Jesús Enrique Lossada, Maracaibo y San Francisco, en el estado Zulia, se realiza desde hace tres décadas de manera descontrolada. La falta de métodos lo posiciona como un vertedero a cielo abierto, donde la contaminación ambiental, las mafias y enfermedades se mezclan.

En La Ciénaga, los desechos que llegan no han pasado por la segmentación adecuada desde su origen, lo que mermó su vida útil. La función principal de los rellenos es la implementación de sistemas de captación de gases y lixiviados, producidos a través de la descomposición y degradación de la materia orgánica. Estas emisiones son altamente contaminantes para la capa de ozono y los recursos acuíferos subterráneos cercanos.

A falta de control, los incendios en La Ciénaga son constantes y de gran magnitud, tanto que el humo se puede evidenciar desde Maracaibo y San Francisco. Las denuncias sobre el colapso se han replicado en la prensa por años. La exalcaldesa Eveling de Rosales solicitó al Ministerio del Ambiente la construcción de un relleno sanitario, pero su petición no fue atendida. 

La presencia de “rebuscadores”, que esperan desesperados la llegada de los camiones de basura para recolectar materiales reutilizables como el plástico y venderlos para hacerse con un poco de dinero, complica la gestión. Exdirectores del Instituto Municipal de Aseo Urbano (IMAU) de Maracaibo coinciden en que las personas que viven en el relleno son las que determinan si los camiones entran o no, y qué autoridad ingresa al lugar. 

“En el relleno sanitario La Ciénaga vive gente que se mata prácticamente por encontrar material reutilizable, por los desperdicios de comida que a veces traen los camiones de recolección, ahí hay muertos, peleas, enfrentamientos y nadie se entera”, afirmó un exdirector del IMAU, que pidió mantener su nombre en reserva por seguridad. 

 




Estimado lector: El Diario El Carabobeño es defensor de los valores democráticos y de la comunicación libre y plural, por lo que los invitamos a emitir sus comentarios con respeto. No está permitida la publicación de mensajes violentos, ofensivos, difamatorios o que infrinjan lo estipulado en el artículo 27 de la Ley de Responsabilidad en Radio, TV y Medios Electrónicos. Nos reservamos el derecho a eliminar los mensajes que incumplan esta normativa y serán suprimidos del portal los contenidos que violen la Constitución y las leyes.