Una expresión que se escucha por todas partes es «vamos bien»… En especial desde que Guaidó la hizo su santo y seña. Mucha gente afirma la expresión: ¡vamos bien! No hay duda sino seguridad de que el cambio de fondo –que implica, desde luego, la salida de Maduro y los suyos– está muy próximo. Otros, en cambio, plantean la expresión como una interrogante: ¿vamos bien? En la esperanza, claro está, de que la respuesta sea afirmativa.

La hegemonía abominable que viene imperando en Venezuela a lo largo del siglo XXI entró en una crisis definitiva. No hay vuelta atrás. No hay posibilidades reales de que pueda retornar a los largos años de dominio nacional con sensación de bienestar en diversos sectores. Eso quedó para lo peor de la historia venezolana. El fraude colosal de la hegemonía roja que sumió a la nación en una catástrofe humanitaria en medio de la bonanza petrolera más prolongada y caudalosa de los anales.

Pero eso es una cosa y otra es que la hegemonía sea finalmente superada a muy corto plazo. No se puede sostener que ello vaya a ser así, y tampoco se puede descartar. La situación es tan inestable que las predicciones con ínfulas de certeza no son aceptables. No obstante, la profundidad y extensión de la crisis hacen inevitable que, ojala sea más temprano que tarde, se produzca un cambio político, que esperemos sea de suficiente calado como para ser identificado de «sustancial».

Hay algunas figuras del ámbito político que plantean la necesidad de un cambio sin traumas, de una transición tersa o pactada entre los que «ejercen» el poder y los que se constituyen en alternativa. Tal transición sería el resultado de un proceso de diálogo y negociación. Lamentablemente, eso no tiene cabida en la realidad venezolana, porque la hegemonía despótica y depredadora es incompatible, en esencia, con la política cívica.

Por fortuna, la Constitución formalmente vigente, la de 1999, establece y hasta exige variados mecanismos para que se recupere su sentido democrático, cuando éste sea vulnerado o pisoteado, sobre todo desde el poder. Hace añales que esa Constitución se violenta todos los días desde Miraflores. No hay nada nuevo en eso. Lo nuevo es que ahora si existe la fuerza nacional e internacional para hacer valer las disposiciones constitucionales.

Por eso sería un crimen el que no se terminara de aprovechar la oportunidad que se le abre a la nación venezolana, de al menos comenzar a salir de esta pesadilla, de este laberinto, de esta tragedia. El «vamos bien», no debe seguir siendo, para algunos, una interrogativo que se expresa con expectativa y también con creciente angustia. Debe ser una afirmación cabal, asentada en una dinámica de lucha más beligerante, en particular dentro de Venezuela.

Vamos bien lo que significa es que hay una salida que permite la reconstrucción de Venezuela. ¿Hay esa salida? Sí la hay. ¿Es posible la reconstrucción de Venezuela? Es difícil, acaso muy difícil, pero es posible. Luego tenemos que hacer del vamos bien, algo mucho más concreto y decisivo que una consigna.

flegana@gmail.com




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