Mujeres y hombres que recibieron su primer rayo de luz del sol de Carabobo, venezolanos que por sus venas corre sangre carabobeña y otros que se establecieron en la región hasta quererla y hacerla su casa, son características comunes de nueve personajes que, en el marco del 90 aniversario de El Carabobeño, cuentan su parte de la historia con la que han contribuido a realzar la idiosincrasia y dejado en alto la bandera tricolor.

Carabobeño. Le gusta deleitar su paladar con un buen asopado de mariscos. Disfruta mucho de Puerto Cabello y las playas de la costa. Le encanta la película Perfume de mujer con Al Pacino y escucha de todo, pero si tiene que elegir una canción se queda con “Misty” de Ella Fitzgerald.

Es José Carmelo Calabrese

José Carmelo Calabrese / Foto: Reiver Dávila

José Carmelo Calabrese es uno de los directores de orquesta más destacados de su generación. Creció rodeado de música por su padre, el maestro José Calabrese, quien fue un músico multi-instrumentista, y su madre, Joyce Medina, que es violista y pianista.

Se graduó de psicólogo en la Universidad Arturo Michelena y luego siguió formándose en la Universidad Simón Bolívar de Caracas y en la academia Ars Nova. También estudió en Estados Unidos, Brasil y Colombia.

Aunque su sueño desde niño fue ser director de orquesta, optó por la psicología como carrera alterna porque en muchos textos que ha leído se plantea que los directores deben tener conocimientos sobre las relaciones interpersonales y el manejo y la dinámica de grupos.

Esta carrera le dejó entre tantas cosas la habilidad para empezar a conocerse mejor, así como las herramientas para concretar y fortalecer sus procesos personales.

El primer trabajo de este valenciano fue tocar en las filas de la Orquesta Sinfónica de Carabobo su instrumento principal: la viola.

Fue director asistente de su padre, director de la Banda Sinfónica 24 de junio por tres años y hasta llegó a dar clases en la Universidad Arturo Michelena.

Las figuras centrales que inspiran a José Carmelo Calabrese son sus padres. Después están todos sus maestros, como  Alfredo Rúgeles, con quien hizo la maestría en dirección en la universidad Simón Bolívar.

La misión que tiene hoy como director artístico de la Orquesta Sinfónica de Carabobo es impulsar la creación de una cultura y desarrollo artístico de altura.

José Carmelo Calabrese junto a los alumnos de su programa de formación musical / Foto: Reiver Dávila

En el ámbito académico, lidera el programa de formación musical “Maestro José Calabrese”, en el que se forman más de 200 jóvenes. En paralelo, adelanta un programa dirigido a niños con Sindrome de Down y otras condiciones.

Para Calabrese ser carabobeño es una satisfacción y privilegio, pero también una gran responsabilidad, porque tiene la tarea de seguir formando a la mayor cantidad de jóvenes que demuestren que lo hecho en Carabobo es de gran valor.

Su mensaje: “La música y el arte se convierten en un medio para fomentar valores”, por eso motiva a los jóvenes a que persigan sus sueños y pide a los padres que los apoyen para lograr un mejor comunidad.

El maestro, que ha sido invitado a dirigir diversas orquestas nacionales e internacionales y que fue nombrado embajador de la paz por la UNESCO en 2021, recuerda que para unirse a la orquesta solo se necesitan las ganas, porque si no tienen el instrumento, la fundación se encarga de prestarle al estudiante uno para su estudio.

Carabobeña. Uno de sus temas favoritos es “Tonada de luna llena” de Tío Simón. Le gusta la película francesa “Amélie” y su platillo venezolano preferido es el pabellón criollo con todo mezclado. Recuerda con amor sus recorridos hacia la Universidad de Carabobo, los bellos atardeceres de Valencia, la calle del hambre de Mañongo y los tequeños de jojoto de La Entrada en Naguanagua.

Es María Gracia Sosa

María Gracia Sosa / Foto: Instagram

María Gracia Sosa es una médico valenciana que emigró a Uruguay en el 2015, donde dos años más tarde se consagró como la primera venezolana en ganar “Master Chef”, un famoso programa de televisión mundial de cocina.

A María Gracia Sosa se la llevaron de brazos al estado Barinas, pero volvió a su ciudad de nacimiento para estudiar medicina en la Universidad de Carabobo.

La cocina fue parte importante de su vida por las comilonas familiares, en las que aprendió varias recetas, junto a grandes cocineras: su madre, tías y abuela.

A pesar de que nunca pudo estudiar gastronomía porque era muy costoso, siempre fue muy autodidacta y en su hogar el libro de Armando Scannone era como la biblia.

Esta pasión por la cocina también hizo que se convirtiera en una fiel seguidora, junto a su mamá, de las diferentes ediciones del programa Master Chef.

María Gracia Sosa trabajó en la Cruz Roja venezolana y luego, cuando cursaba su primer año de especialización en cirugía general, emigró a Uruguay por la crisis económica y política del país.

En tierras charrúas trabajó primero como cajera, hasta que logró validar su título y empezó a ejercer su profesión. Un par de años después llega Master Chef a Uruguay, junto a la oportunidad de postularse, aunque sin ninguna expectativa porque tenía en “contra” que no estudió cocina, era extranjera y su trabajo demandante.

La carabobeña asegura que llenó el formulario solo para decir “llené un formulario de Master Chef”. La oportunidad llegó: recibió una llamada para presentarse al casting presencial.

Sosa decidió asistir al casting con su cavita para “vivir la experiencia del momento y ya”, pero gana el pase para el casting televisado, el cual no pudo rechazar porque era su programa favorito desde que era adolescente.

En televisión hizo una reversión de asado negro con lomo de vacuno, porque solo tenía una hora para prepararlo. Lo acompañó con un aceite de cilantro, tostones o chips de plátano, y un puré de calabaza especiada.

Este platillo la hizo merecedora de su delantal para concursar oficialmente en Master Chef, pero las dudas en la venezolana continuaron: ¿será que acepto esto? ¿Qué van a decir en mi trabajo? ¿Y si me botan?.

Finalmente decide entrar a las cocinas de Master Chef. Recuerda que fue estresante porque seguía haciendo guardias en su trabajo, dormía una hora y después se iba a grabar el programa.

La joven ya tenía varios programas grabados, pero nunca lo había hablado más allá de su círculo cercano. Cuando finalmente se iba a estrenar a nivel nacional no hubo escapatoria.

Sosa solicitó reunirse con su jefe por una situación “embarazoza”. Cuando se vieron inmediatamente le preguntó ¿Estas embarazada?. Ella le explicó la situación y resulta que su jefe era fanático del show. Entonces todo el equipo de trabajo la ayudó a organizar sus horarios y la apoyaron hasta el final.

María Gracia Sosa / Foto: Instagram

En la gran final de Master Chef participó con tres platos. El primero fue un tataki de lomo vacuno con aguacate y salsa de soya, para enaltecer la buena carne uruguaya.

El segundo plato fue una receta venezolana: Chivo en coco pero con cilantro, porque es algo de la cocina de su madre y quiso hacerle una oda a esas raíces.

Para el último platillo dijo “ya llegue a este punto y este es mi premio”. Preparó un mousse de parchita (maracuyá) con texturas de chocolate. Este postre  fue un regalo a su niña interior que en el colegio siempre tomaba jugo de parchita y le encantaba el chocolate.

Después de 18 semanas de competición, María Gracia Sosa se convirtió en la ganadora de la segunda temporada de Master Chef Uruguay y, para ese momento, la primera venezolana en quedarse con el triunfo en cualquiera de las versiones del show internacional.

Lo mejor de esta experiencia para la carabobeña fue haber podido mostrar la comida, las costumbres y lo trabajadora que es la gente venezolana

Hoy María Gracia Sosa sigue trabajando como médico, pero con ganas de continuar en el mundo de la cocina. Se proyecta visitar su tierra el próximo año, donde muchos seguidores la esperan para ceelebrar que dejó el nombre de Venezuela en alto.

Merideño con sangre carabobeña. Guarda gratos recuerdos de las aguas termales de Las Trincheras. En su playlist ocasionalmente suena “Tender” de Blur. Su plato venezolano favorito es el pastel de chucho y recomienda ver las películas El graduado, La dolce vita, La Ciénaga, Vértigo y Persona.

Es Lorenzo Vigas

Lorenzo Vigas / Foto Twitter @la_Biennale

Lorenzo Vigas, único hijo del recordado pintor carabobeño Oswaldo Vigas, es un destacado cineasta venezolano que en el año 2015 se convirtió en el primer latinoamericano en ganar el León de Oro del Festival de Venecia, el premio más importante de la historia del cine venezolano.

“Desde allá” fue la película con la que el venezolano hizo historia en el cine nacional  y actualmente, junto al mexicano Alfonso Cuarón con Roma (2018), son los únicos latinos que han alzado este galardón internacional.

El merideño, a pesar de no haber vivido en la región carabobeña, siempre viajaba a la ciudad de Valencia para visitar a familiares como a su abuela, su primo Cesar Peña Vigas o buenos amigos, como los hijos del pintor Humberto Jaime Sánchez.

Recuerda que también pasó muchas vacaciones en Lomas del Este, que visitaba la casa su tía Victoria Vigas en el centro de Valencia y también la residencia donde nació su papá en La Pastora.

Oswaldo y Lorenzo Vigas / Foto cortesía Oswaldo Vigas Foundation

El cine para Lorenzo Vigas empezó como un hobby con la creación películas caseras junto a sus amigos del bachillerato. En 1995 el biólogo se encontraba en Boston haciendo una maestría en biología molecular, cuando decide terminar ese semestre para inscribirse en talleres de cine en Nueva York .

Entre los cineastas que lo han inspirado durante su carrera destaca a Ingmar Bergman, Robert Bresson, Federico Fellini, Michelangelo Antonioni y David Lynch, Nuri Bilge Ceylan, Lars von Trier y Lucrecia Martel

El director acepta que tiene una obsesión con la paternidad. “Tengo ese tema que me obsesiona y que he desarrollado en cuatro películas: el cortometraje Los elefantes nunca olvidan, Desde allá, el documental a mí papá El Vendedor de orquídeas y ahora con La Caja”.

Oswaldo y Lorenzo Vigas / Foto cortesía Oswaldo Vigas Foundation

Vigas detalló a El Carabobeño que esta obsesión no se reflejará en su próxima película. Actualmente escribe un guion cuyo tema central es la mujer.

La mala representación del cine venezolano en premiaciones internacionales la atribuye a dos problemas: Uno, la calidad de las producciones; el segundo es que hay buenas películas como Pelo Malo, de Mariana Rondón, pero ha faltado lobby para hacer una campaña de promoción.

Resaltó que todas sus películas, sean o no hechas en Venezuela, siempre serán venezolanas porque nació, se crio y se siente profundamente venezolano.

Todo lo que hace asegura que es una contribución a su país. El sello venezolano está en todas sus producciones porque son hechas por un hombre que quiere a su país y siempre se siente orgulloso de llevar el nombre de Venezuela a cualquier lugar que va.

Sobre El Vendedor de orquídeas, explicó que es una película importante, porque no solo logró entender quién es su padre, sino quién es él. “Cuando haces un trabajo sobre tu padre es un análisis que haces de tu propia vida, y esa película me permitió ubicarme y entender lo que yo quiero hacer con mi vida”.

Oswaldo y Lorenzo Vigas / Foto cortesía Oswaldo Vigas Foundation

Para el cineasta Oswaldo Vigas, su papá es la persona que más admira y le ha influenciado. Después de todo eso está el Oswaldo Vigas figura pública que no pudo mostrarle a todos  lo contradictorio, amoroso, riguroso y exigente que podía ser.

Lorenzo Vigas está contento porque se prepara para hacer una presentación especial en Valencia de La Caja, su más reciente película.

También celebró la afluencia que ha habido con Barbie y Oppenheimer, y espera que no se detenga porque  la gente está redescubriendo lo lindo que es ir al a ver una película en el cine, no es lo mismo que verla en tu casa.

Carabobeña por voluntad. Le gustan los paseos por el parque Peñalver. Es fan de The Platters. Entre las películas que le gustan destaca Casablanca y West Side Story. Su plato favorito venezolano es el pastel de chucho.

Es Sara de Atiénzar

Sara de Atiénzar / Foto: Reiver Dávila

Sara de Atiénzar es una arquitecta que ha contribuido excepcionalmente en trabajos de restauración en la ciudad de Valencia, como el de la Casa de La Estrella, la Catedral, la casona del Rectorado de la Universidad de Carabobo y más reciente de la plaza Bolívar, que ya está próxima a reinaugurarse.

Creció en Caracas y estudió arquitectura y urbanismo en la Universidad Central de Venezuela, con un pensum que asegura no se ve en las universidades actuales. En los años 70 se fue junto a su esposo e hijos a Palma Sola, en Morón, donde residen por tres años antes de establecerse, hasta el sol de hoy, en Valencia.

Empezó su carrera como restauradora independiente, haciendo contratos con la gobernación de Carabobo, las alcaldías de Valencia y Puerto Cabello, y la Universidad de Carabobo.

Entre las 36 obras que ha trabajado también destaca el planeamiento del Centro Histórico de Puerto Cabello, la restauración de Iglesia San José y la Iglesia del Rosario de puerto Cabello. En la capital carabobeña restauró las Iglesias de San Francisco,  San Blas y Santa Rosa, así como la antigua facultad de Derecho y  la Casa Mandela.

Sobre su trabajo explicó que le fue fácil entender la dinámica porque su padre era dibujante de planos y vivió entre ellos toda su vida. Después, con la llegada del AutoCAD, todo fue mucho más práctico.

Para Sara de Atiénzar ser arquitecto no es solo saber dibujar, se trata de una carrera creativa con la que puedes “hacer que el hombre sea feliz o totalmente desgraciado”. Por eso resalta que la formación es sumamente importante para las nuevas generaciones y les impulsa a que aprendan a crear.

Sara de Atiénzar / Foto: Reiver Dávila

Ella ha disfrutado de todos sus proyectos. Desde una casa modesta hasta cuando restauró la Catedral de Valencia, porque uno de los regalos más grandes de su carrera es poder reconstruir y recuperar edificios de los que una persona común habría dicho: “Túmbalo, aquí lo que hay es pura ruina”.

Si hay algo en lo que le falta trabajar es en la restauración de una arquitectura militar, pero reconoce que es difícil. El Fortín Solano está en manos de militares, pero es algo que le gustaría haber podido hacer.

Actualmente lleva el proyecto de la plaza Bolívar que estaba muy dañada, y de la cual adelantó que contará con muchos árboles y  8 nuevos monumentos donde se narra la actuación de Simón Bolívar en Valencia y Carabobo. La arquitecta espera que tras la inauguración de la plaza los valencianos la conserven y aprendan a valorar más su ciudad en general.

Le llama la atención cuando una persona dice, por ejemplo, que en Carabobo hacen falta árboles y eso no es del todo cierto. “Valencia es una ciudad verde porque si te vienes por todo el río Cabriales es un trayecto verde. La autopista de Valencia a Puerto Cabello es preciosa y si te vas a la costa es otro descubrimiento. Solo hay que aprender a ver”.

Es por todo esto que tras vivir y trabajar tanto por esta ciudad, Sara de Atiénzar se declara absolutamente valenciana. “Me siento íntimamente valenciana. Estoy en mi ciudad. Estoy feliz y no cambiaría a Valencia por nada”.

Carabobeño. Extraña sus visitas a la  Bahía de Patanemo.  Su canción favorita es Booker T de Bad Bunny. Le encanta ver Kung Fu Panda y su paladar lo complace con pabellón criollo, arepas de reina pepiada, empanadas y tequeños. 

Es Pablo Sandoval

Pablo Sandoval / Foto Twitter @SFGiants

Pablo Sandoval, conocido como “Kung Fu Panda”, es un destacado beisbolista profesional ganador de tres campeonatos con los Navegantes del Magallanes y de cuatro anillos de campeón en el béisbol de las Grandes Ligas.

El sueño del oriundo de Puerto Cabello siempre fue ser pelotero profesional. Fue a partir desde los 13 años, cuando los scouts pusieron los focos sobre él porque su hermano ya estaba firmado, que se concentró más en su preparación.

Aquel niño que soñaba en las costas carabobeñas se convirtió en un jugador de talla internacional y conquistó, junto a los Gigantes de San Francisco, tres campeonatos (2010, 2012, 2014), quedando MVP en la temporada de 2012 por sus inolvidables tres jonrones en el juego 1.

El venezolano logró su cuarto anillo de campeón de la Serie Mundial en el 2021 por sus 69 juegos con los Bravos de Atlanta.

Los triunfos con los Navegantes del Magallanes fueron en las temporadas 2012-13, 2013-14 y 2021-22. En la temporada 2012-13 además fue reconocido como el «Jugador más valioso de la final de la Liga Venezolana de Béisbol Profesional».

Foto: Liga Venezolana de Béisbol Profesional

Para el pelotero fue diferente ganar con el equipo del que siempre fue fanático, a ganar con el equipo que siempre siguió en su tierra, donde admiraba a otros peloteros venezolanos. Los campeonatos nacionales e internacionales no tienen comparación entre sí, pero todos son una satisfacción muy grande en su carrera.

Ganar en Venezuela significa cariño y ganar en Estados Unidos es profesionalismo, pero ambos se conjugan en el amor y la pasión que siente por el deporte.

“Kung Fu Panda” se ganó este nombre en el 2008 cuando salió la película animada y él llegó a las Grandes Ligas. Era un joven rellenito a quien nadie pensaba ver en el exterior, pero su carácter parecido al de Po, el oso panda protagonista del filme, le ayudó a no dejarse por los malos comentarios y siempre se enfocó en trabajar fuerte.

Hoy reconoce que nunca imaginó que iba a tener una fanaticada tan bonita. Es más que un sueño cumplido cada vez que ve a sus seguidores con su gorrito de panda.

Su legado lo quiere trasmitir y mantener a través de “Pablo Sandoval 48 Academy”, una organización que tiene como propósito desarrollar el talento de los niños y jóvenes que quieran jugar beisbol y enseñarles los valores y principios necesarios para ser un gran profesional en el futuro.

Pablo Sandoval en busca de nuevos prospectos -Foto: Nota de prensa

Sandoval tomó un año para dedicarle tiempo a sus hijas, su familia y descansar, aunque no deja de entrenar. Su aspiración es jugar uno o dos años más, antes de separarse del béisbol.

La principal motivación de Kung Fu Panda siempre fueron su padre y su madre y ahora también su familia. Los peloteros que lo inspiraron profesionalmente fueron Omar Vizquel, Andrés Galarraga, Miguel Cabrera, Bob Abreu y Ronald Acuña.

El orgullo más grande es salir al campo de juego vistiendo una camiseta que dedica siempre a Venezuela. También ha dedicado todos sus campeonatos en Grandes Ligas a su gente, pues busca que el país se una por un momento.

Sus raíces nunca las olvida. Se siente orgulloso de venir de una tierra donde han nacido grandes deportistas que enaltecen el estado que tanto extraña. Siempre lleva el nombre de Carabobo y de Venezuela en alto a donde quiera que vaya.

Carabobeño de corazón. Recomienda las excursiones por el camino de los españoles y el puente gótico en el parque San Estaban. Amante de la música clásica, pero también la bailable porque «bailarín siempre». Casablanca es su película favorita  y considera que las hallacas son una maravilla de la gastronomía venezolana.

Es Luis Cubillán Fonseca

Luis Cubillán Fonseca / Foto: Reiver Dávila

Luis Cubillán Fonseca es un destacado historiador, escritor, coleccionista de arte y promotor cultural al servicio de todos, pero sobre todas las cosas Valencia es uno de sus grandes amores.

Cubillán Fonseca nació en Caracas en 1939 y llegó a los 9 años a Valencia para estudiar en el colegio Don Bosco, por lo que se considera salesiano, como la mayoría de jóvenes que pasan por esa casa de estudio. Después se cambió al Liceo Pedro Gual, porque quería estudiar humanidades para terminar el bachillerato.

La carrera de derecho la inició en la Universidad Central de Venezuela y luego se fue a Mérida, donde cursó el segundo y tercer año. Luego decide dejar la carrera para dedicarse a estudiar historia.

Con el tiempo se compró la bibliografía completa de un programa de la UCV para prepararse en historia científica por su cuenta. Todo con la inspiración de sus maestros el doctor Fabián de Jesús Díaz, el doctor López Ponce y el doctor Guillermo Morón.

Apasionado por la historia, Cubillán Fonseca comenzó a escribir en el año 1951 y después empezó a publicar en la prensa.

Sus conocimientos, talento y profesionalismo lo llevaron a ser miembro fundador del Centro de Historia Letra O,  donde ejerció por varios años como vicepresidente y, después de la muerte de Fabián de Jesús Díaz, asumió el cargo de presidente.

También es miembro de la Academia de la Historia de Portugal, de la Asociación Internacional de Críticos de Arte de la UNESCO y del Ateneo Valencia desde el año 1955.

Entre sus innumerables defensas por el patrimonio de la ciudad, destaca cuando detuvo en los años 70 la demolición de la Casa de La Estrella.

Cubillán recuerda que cuando vio al tractor a punto de demoler la casa se acercó inmediatamente al lugar y se presentó como miembro de la Junta del Patrimonio Histórico y Artístico de la Nación. Seguidamente ordenó detener el tractor porque en el caso contrario lo iba a meter preso, aunque la verdad era que él no tenía ese poder pero cumplió con el objetivo de que aquel hombre se asustara y se detuviera.

En este instante se fue hasta la casa Páez, donde se estaba haciendo el primer Congreso de Escritores y se los llevó a pie hasta la casa de La Estrella, donde más tarde llegó el periodista Alfredo Fermín, tomó una foto y al día siguiente apareció publicado en El Carabobeño que los escritores habían tomado la Casa de La Estrella y se salvó de su destrucción.

Fue director del Patrimonio de la Universidad de Carabobo, vicepresidente de la Cofradía del Espíritu Santo y Nuestra Señora del Socorro e impulsó la elevación del Centro de Historia a como se le conoce hoy: Academia de la Historia de Carabobo.

Cubillán lamenta que Valencia no tenga cronista. El fue nombrado para asumir el cargo por los cronistas de Venezuela, pero como no es seguidor del chavismo no lo dejaron.

Su dedicación a la investigación le permitió descubrir, por ejemplo, que los indios de Valencia eran Guaiqueríes y no Tacariguas, o que los indios de Naguanagua fueron los primeros en vestirse con una tapara.

Luis Cubillán Fonseca / Foto: Reiver Dávila

Hoy a sus 84 años le sigue inspirando su amor a Carabobo, la tierra de sus antepasados que ha defendido de todos los gobernadores que ha tenido el estado.

“Tengo que querer a esta ciudad que me ha dado tanto. El afecto y amor que le tengo me lo han recompensado en algo hasta material porque cuando me tenían que operar y un sobrino publicó que necesitábamos más de 26 mil dólares  para la operación, fueron los carabobeños quienes la pagaron. ¿Cómo hago para no querer esta tierra?”.

Una de las preocupaciones de Cubillán son los nombres de algunas las calles de la ciudad que considera sin sentido, porque en Valencia hay muchos personajes que merecen tener su nombre en una calle como Alfredo Fermín, Frida Añez o Lina Giménez.

Por eso recuerda que Venezuela vive tiempos difíciles y los carabobeños tienen la responsabilidad de pensar en el país que se merecen todos los ciudadanos.

Carabobeña. Su canción favorita es Imagine de John Lennon y la película Comer, rezar y amar. No se resiste ante un pabellón criollo o una cachapa con queso de mano y nata. Además le apasiona el sonido y los azules del mar de la costa de Carabobo.

Es María Gabriela Isler

María Gabriela Isler.
HO/Miss Universe L.P., LLLP

La última venezolana que se coronó Miss Universo fue María Gabriela Isler, una carabobeña que dejó una huella imborrable para los venezolanos y hoy sigue haciéndolo como directora de formación y comunicaciones del Miss Venezuela.

Los primeros ocho años de su vida los vivió en Ciudad Alianza. Estudió preescolar en el Colegio Teresiano y la primaria en el colegio Nuestra Señora de Lourdes.

Entre las sedes de Guaraca y Prebo de la UNITEC culminó en el año 2013 sus estudios en Ciencias Gerenciales y Administrativas, mención Mercadeo.

Ser una reina de belleza no siempre fue su sueño. Decidió incursionar en el mundo de los certámenes de belleza como un reto personal de superación, luego de haber culminado sus estudios universitarios.

En el camino descubrió que también podía crecer mental y emocionalmente como profesional. Fue así como ser una miss se convirtió poco a poco en uno de sus sueños.

Reconoce que fue un privilegio y una bendición ser una de las 70 mujeres en ganar el título de Miss Venezuela, pero también es una gran responsabilidad porque estás en el foco donde puedes impactar la vida de otros con tus acciones.

María Gabriela Isler – Miss Venezuela 2012

Para la carabobeña lo más importante de ser una reina de belleza es poder tomar conciencia plena de la valiosa voz que tiene cada mujer y el uso responsable de ese ejemplo y de esa capacidad de inspirar a otras personas. “Ser Miss Venezuela, sin duda, se convierte en la posibilidad de transformar vidas positivamente, siempre y cuando sea un título que se usa de manera responsable”.

El Miss Universo fue desde el día uno hasta la competencia final la concresión de muchas metas que se fue trazando en el camino hacia esa corona. Lo digo porque durante mi proceso de preparación visualicé, decreté y me planteé lograr esta meta no solamente a título personal, sino como un compromiso con mi país”.

Recuerda que cuando quedó en el top dos se llenó de una gran emoción y gratitud, pero sobre todo de un inmenso orgullo por haber mostrado la mejor versión que pudo ser en ese momento y haber podido conquistar al universo con ella.

“Esa noche llevé conmigo una especie de amuletos que incluían una estampita de la Virgen de Coromoto, que me regalaron en el aeropuerto un club de fans que tenía, un chocolate que me regaló mi sobrina, los zarcillos con los que gané el Miss Venezuela y el perfume de una tía que estaba segura que me cuidaba desde el cielo».

Después del triunfo, uno de los regalos más bonitos que recibió, y sigue recibiendo, es el cariño de las personas, porque para Gabriela Isler no existe una sensación más bonita que sentir el abrazo de alguien que no conoces, pero que para esa persona ella puede ser especial.

Su mamá y hermana son las principales fuentes de motivación, inspiración y de fuerza. Hace muchos años eran solo ellas tres enfrentando el mundo y sus adversidades. “Crecer rodeada de figuras femeninas amorosas, trabajadoras, valientes, honestas, dedicadas a su familia y a sembrar en esas nuevas generaciones valores, propósito y un criterio sano de la vida, me motivaron a creer en mí”

Hoy su familia se expandió y tiene a su pequeño hijo Joaquín, quien todos los días la motiva a ser la mejor mamá que pueda ser, que es una una versión muy alejada de la perfección, pero si la más honesta y amorosa.

María Gabriela Isler y su hijo fotografiados por Felipe Figueroa.

Como venezolana intenta dejar en alto siempre a su cultura, sus valores y su gente. “Yo seguiré entregando mi amor, mi profesionalismo, mi ética, mi dedicación y la mejor versión de mí (que sigo trabajando) para la construcción del país donde deseo ver a mi hijo crecer«.

Como carabobeña fue un orgullo gritar “Valencia – Venezuela” en el Miss Universo. “Mi corazón se inflaba de orgullo al decirlo. Bueno, así se siente venir de esta hermosa tierra. Agradezco no solo haber nacido acá, sino que esta ciudad fuera parte de grandes momentos en mi vida como graduarme, el nacimiento de mi hijo, el lugar donde ahora hago vida y un lugar donde guardo bonitos recuerdos de mi infancia en mi corazón».

María Gabriela Isler destacó que como venezolanos tenemos la bonita responsabilidad de hacer lo mejor posible en cualquiera que sea el escenario. Carabobo merece que su gente esté comprometida en construir una sociedad que haga brillar y prosperar esta hermosa tierra.

Adoptada por Carabobo. Le encanta su casa donde se respira y vive flamenco. Su canción favorita es entre dos aguas de Paco de Lucía. Le gusta la película  «Lo que el viento se llevó» y es amante de los jirones, la «mejor comida para los taurinos venezolanos».

Es la tía Lilian Lizarraga

la tía Lilian Lizarraga

Hace 49 años la tía Lilian fundaba en Valencia la academia “Las Lizarraga”, donde enseñaba a  bailar flamenco a sus hijas Magdalena, Lilian, Carolina y a sus amigas del colegio.

Aquella pasión de la tía Lilian se expandió rápidamente por toda la ciudad y cada vez se sumaban más alumnas a las clases, hasta abrir por completo el mundo de flamenco en la capital carabobeña y hacer historia en la región central del país.

Magdalena Lizarraga es la hija mayor de Lilian y actual directora de la academia. Ella recuerda la primera sede en una casa de madera enorme en la Trigaleña, donde también había una casita de muñecas hecha de troncos. La entrada estaba rodeada de muchos árboles y se podían ver las faldas rojas sobre ellos porque las alumnas se montaban para jugar y comer mangos.

La tía Lilian es conocida por su carisma y talento peculiar, que compartía cada tarde en su casa con una gran fiesta flamenca.

Tanto amor por su trabajo la convirtió en una de las caraqueñas más querida de Valencia. Hoy sigue disfrutando de este legado desde su ventana que da hacía la academia  y en cada uno de los shows que presentan porque no se los pierde.

Magdalena Lizarraga dice que no eligió estar a cargo de la academia, sino que le tocó porque la tía Lilian ahora debe descansar más y sus hermanas ya no están en el país. Aún así, agradece esta oportunidad que ha disfrutado muchísimo porque le hizo revivir la magia, alegría, pasión y entusiasmo que brinda el flamenco.

Uno de los regalos más grandes que ha recibido es que la academia le ha dejado muchas hermanas, porque las alumnas se consideran hijas de su madre y siempre le preguntan por su salud y los proyectos de Las Lizarraga.

Magdalena Lizarraga y Omaira Loreto / Foto: Reiver Dávila

Para las Lizarraga, la magia del flamenco también radica en que nunca es tarde para bailar. Van niñas desde los 3 años hasta mujeres de 40, 50 o hasta 60 años.

Omaira Loreto, también directora de la academia, anunció que ya se encuentran en los preparativos para celebrar los 50 años, con el show “América Viva”, que anteriormente se llamaba “Venezuela viva” y fue el primer musical de exportación hecho en el país que llegó a Asia, Europa o Estados Unidos.

En este relanzamiento participarán alumnas y exalumnas. Tendrá lugar en julio de 2024  en el Teatro Municipal de Valencia, donde prometen presentar un espectáculo donde se exaltara la diversidad de raza, cultura, ritmos y sabores del país.

Con sus volantes, lunares y faralaos Las Lizarraga además han compartido escenario con artistas como Rosario Flores, Gypsy Kings, José Luis Perales o Diego el Cigala.

La academia también es Patrimonio Cultural de Naguanagua y de Carabobo. Son consideradas como las primeras en fusionar el flamenco con la música venezolana.

Las Lizarraga se perfilan para seguir impulsando el legado de la tía Lilian, con espectáculos que han quedado para la historia como la recreación de pueblos españoles, la zarzuela en el que varias de sus primas cantaron o el más reciente “Quiero oscuro”, en el que conjugaron las bellas artes como la música de alto nivel, las mejores pinturas desde el expresionismo y baile flamenco.

Carabobeño. Disfruta rodearse de la vegetación del parque Negra Hipólita. Siempre escucha a los The Beatles en especial Let it be. Su película favorita es Cinema Paradiso y asegura que al sabor de la empanada venezolana no le gana nada.

Es Marcelino Juárez

Marcelino Juárez / Foto: Reiver Dávila

Marcelino Juárez es un artista plástico valenciano que ha conquistado a miles de personas con sus “Iconos de mi ciudad”, un seriado de ilustraciones sobre lugares y monumentos emblemáticos de la ciudad de Valencia.

La vena artística de Juárez se desarrolló desde su niñez al ver el trabajo de su abuelo pintor y también por algunos comics como El Talismán, que lo motivaron a crear sus propias historietas.

Luego de terminar el bachillerato había pensado en la posibilidad de entrar en la escuela de Bellas Artes, pero a los 16 años se le diagnosticó el Síndrome de Guillain-Barré, un virus en la medula espinal que desde entonces le obligó a movilizarse en una silla de ruedas y tener que ajustar algunos planes de vida.

Aunque la enfermedad no le arrebató sus ganas de salir adelante, las barreras arquitectónicas de los institutos educativos si le hicieron tomar la decisión de irse por otra de sus vocaciones: La enseñanza y el trabajo social.

El valenciano obtuvo su licenciatura en Educación, mención Educación Especial,  y después se desempeñó por más de 15 años en esta área.

La llegada de la pandemia y tener que cumplir con el  encierro, lo impulsó a retomar su necesidad de plasmar ideas en dibujos y ahora casi las 24 horas del día.

Empezó a realizar caricaturas de humor y otras reflexivas sobre la discapacidad. Después quiso trabajar una idea cotidiana donde todos se sintieran involucrados y fue cuando se le ocurre: “Iconos de mi ciudad”.

Esta idea fue perfecta porque le permitió unir la pintura, el dibujo y la caricatura con la historia de la ciudad.

El primer dibujo que hizo fue el de un bar con más de 100 años de historia llamado “La Guairita y  ahora ya tiene alrededor de 200 obras sobre Valencia. Entre los dibujos han causado más furor está “La iguana” de la universidad de Carabobo y los bloques de la Isabelica.

Pero su favorito es el Templo de las Siervas del Santísimo, conocida también como la iglesia gótica.

Marcelino Juárez
/ Foto Instagram @marcelinojuarez

En este proceso de creación también descubrió el dibujo digital con el que pudo contar la historia animada de la leyenda de El Silbón o de las populares panelitas de San Joaquín.

Entre sus grandes inspiraciones destaca a Quino, el creador de Mafalda, y a Pablo Picasso. También a los venezolanos Arturo Michelena, Armando Reverón, Pedro León Zapata, Eduardo Sanabria “EDO”, Rayma Suprani y Óscar Olivares.

Hoy se siente orgulloso de poder formar parte de un grupo de personas que han fomentado el amor por Valencia porque dice que muchos creen que el valenciano no tiene arraigo como el maracucho o el caraqueño, pero resulta que sí. Con sus dibujos ha confirmado que los valencianos llevan su identidad a flor de piel y a veces hasta uno que otro se le escapan algunas lágrimas por los recuerdos de los sitios de la ciudad que ven en sus obras.

El regalo más bonito para el Marcelino Juarez pintor es poder ver a los niños enamorados de estos trabajos y que algunos decidan hacer, por ejemplo, para el proyecto final de la escuela dibujos de la ciudad.

Entre las cualidades artísticas del carabobeño también destaca la música, pues la considera como la gasolina del alma y su mejor terapia. Tiene una agrupación llamada “Los otros” donde canta y toca el teclado.

Juárez siempre recuerda que hay que tener fe, y no necesariamente desde el punto de vista religioso, sino fe en el potencial que existe dentro de toda persona porque eso es lo que lleva a sacar la mejor versión de cada uno.

 




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