A mediados de los setenta, el presidente del Concejo Municipal, figura que ahora se conoce como Alcalde, era Juan Vicente Seijas, el Negro Seijas y casi todo el mundo lo llamaba “Negro”, porque en este país, ese epíteto, lejos de ser un insulto, es un apelativo cariñoso.

El Negro, era de los que iba con frecuencia al caney que tenía el jardín de mi casa, tanto solo como en compañía de su esposa Leda Peñalver y de su cuñada, Henriqueta, por cierto, una persona increíble, arqueóloga, historiadora e investigadora, de quien hablaré en otra oportunidad.

Juan Vicente, sin dudas, fue un médico muy querido y admirado en Valencia. Había sido profesor titular de la Universidad de Carabobo llegando a ser decano de la Facultad de Medicina de la misma universidad. Mis recuerdos de él se mezclan entre mi infancia y mi adolescencia y algo que agolpa mi mente, es el edificio del Concejo Municipal ubicado en la Plaza Bolívar, que el Negro Seijas derribó. Muchos dicen que fue una locura, pero algunos eruditos opinan lo contrario, que hizo lo correcto.

Después de tumbado el edificio, el Dr. Seijas aseguró que construiría una maravillosa edificación, pero se ve que otros sueños se antepusieron a ese. Llovieron entonces las críticas y hasta se le calumnió.

Ante esa dicotomía de opiniones, busqué en internet información sobre Juan Vicente Seijas y el Concejo Municipal derrumbado y lo único que apareció fue un artículo muy interesante de mi querido y admirado Luis Heráclio Medina en su Blog Crónicas y otras Historias, llamado El Palacio Municipal y Enrique Bernardo Núñez, en el que aclara muchos aspectos, sin dejar de criticar el hecho de no haber construido el esperado y prometido inmueble para el Concejo Municipal.

Como, por ejemplo, que el viejo cascarón no era ningún tesoro histórico, sino el producto de la reconstrucción o ampliación realizada en 1925 de la pobre “Casa consistorial” de dos plantas que servía de asiento a las oficinas municipales desde el siglo XIX. Citando luego a Luis Taborda y a Enrique Bernardo Núñez, quienes aseveran, el primero, que fue una remodelación hecha durante la gestión de Ramón H. Ramos, como presidente del estado, en la época gomecista y, el segundo, que en 1925 sólo se remodeló la fachada.

El mismo Luis Heráclio finalmente opina lo siguiente: Lo que sí es absolutamente imperdonable es que se derribó el viejo edificio sin tener ni proyecto ni presupuesto para construir inmediatamente un buen edificio para la municipalidad.  Ofrecerle a la ciudad de Valencia que se derribaría el viejo edificio para tener uno nuevo y mejor, fue un engaño atroz. Fue como mínimo una irresponsabilidad, si es que no fue una vagabundería con fines de negocios turbios. Tratándose de políticos cualquier cosa fue y es posible.

Pero sin duda, en respuesta al profesor Medina, lo que hizo Juan Vicente Seijas, quizás fue una irresponsabilidad, pero no una vagabundería. Porque el Negro Seijas luchaba por una Valencia diferente, mejor. Quizás con métodos un poco fuera de lo común y hasta alocados, pero con buena intención.

Como ese que, ante una subida de los precios de las arepas, creó un equipo vigilante que llegaba a las areperas, de manera discreta a pedir arepas y al entregárselas, las pesaban; si el peso arrojaba cantidades más bajas de las esperadas, multaban la arepera, al punto de cerrarlas por tres días. También fue él quien abrió el parque Los Enanitos, con estatuas de los personajes de la Blanca Nieves de Disney, con una casita, para diversión infantil, en la antigua estación de trenes de San Blas y fue él quien fundó el Acuario de Valencia en la antigua Caja de Agua.

Se motivó cuando visitó el Acuario de la Universidad Central de Venezuela, que funcionaba en el ya desaparecido embalse de “Carrizal”, en Los Teques. Mi padre lo acompañaba y fue testigo de su entusiasmo, al solo pensar que, en Valencia, funcionara uno igual. Y juntos visitaron el acuario madrileño, en los sótanos de la Plaza España, ahí el Negro quedó más inspirado.

De esta manera, el 21 de diciembre de 1975, bajo la presidencia de Juan Vicente Seijas, el Concejo Municipal fundó el Aquarium de Valencia. Y el lugar no solo fue el hogar de las toninas con unas enormes piscinas y grandes peceras con muestras de animales acuáticos venezolanos, sino que también hizo funcionar ahí un pequeño zoológico. Cabe destacar que, en 1994, se dio ahí el nacimiento de la primera tonina nacida en cautiverio del mundo.

Después de la muerte del Negro Seijas, en 1988, el Acuario fue bautizado con su nombre, aunque en la entrada dice Fundación Juan Vicente Seijas Aquarium de Valencia. Sea como sea, Juan Vicente, el Negro Seijas, es el alcalde que, gracias a su acuario soñado, Valencia no olvida.

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