Desinfección de un teatro en Wuhan (China) durante el confinamiento. Cortesía REUTERS-nius

Si China coopera, puede convertirse en la mayor investigación detectivesca de la historia: cuándo y dónde apareció ese minúsculo patógeno, el coronavirus, que ha puesto el mundo patas arriba y ha dejado en su recorrido más de un millón de muertos.

La versión inicial se tambalea. No está claro que el origen sea el mercado de animales vivos de Huanan, en Wuhan (China), el lugar al que remiten los primeros pacientes reconocidos por las autoridades.
De los 336 animales analizados en el mercado, ninguno dio positivo. Sin embargo, se encontraron restos genéticos del patógeno en ocho de 1.200 muestras ‘ambientales’, en especial en las aguas residuales. Si no fue ahí donde el virus saltó de algún animal a los humanos a finales de 2019, ¿dónde y cuándo?

¿Cooperará China?

La Organización Mundial de la Salud ha empezado a dar pasos para desvelar el misterio. Después de meses de retrasos y discretas negociaciones, un equipo internacional de 10 especialistas desembarcará en China en las próximas semanas. Un primer paso sobre el terreno que pondrá a prueba la cooperación del régimen de Pekín, siempre receloso de que los extranjeros metan las narices en su territorio.

Si el mercado no fue la zona cero del SARS-CoV-2 y sólo actuó como amplificador, ¿dónde saltó el virus de un animal a los humanos? ¿En China? ¿En otro país del sureste asiático? ¿Y cuándo? ¿Pudo pasar inadvertido durante años como ocurrió con el virus del sida y otros patógenos? A falta de respuestas definitivas, veamos qué sabemos y cuáles son las hipótesis más recientes.

¿Qué sabemos hasta ahora?

Hay un punto que suscita poca controversia: los científicos consideran que el murciélago herradura es el reservorio del SARS-CoV-2, que pasó a los humanos tal vez a través de una especie intermedia. Pudo ser el pangolín u otro animal. Otros coronavirus, como el del SARS 1 y el MERS, saltaron de los murciélagos a los humanos a través de civetas y camellos respectivamente.

A principios de enero, la viróloga china, Shi Zhengli, fue de las primeras en secuenciar el genoma del nuevo SARS y establecer su parecido con otro coronavirus, el RaTG13. Comparten el 96,2% de su material genético. Parece mucho, pero esa diferencia de un 3,8% significa que los dos coronavirus, el humano y el murciélago, se separaron -los científicos no se ponen de acuerdo- hace 40 o 70 años.

Zhengli recogió las muestras del RaTG13 en unas cuevas del sur de China en 2003 cuando investigaba una extraña enfermedad respiratoria en seis recolectores de guano de murciélago. Recientemente, ha actualizado un estudio en el que confirma que ninguno de aquellos recolectores tenía el coronavirus de la pandemia.

¿Salió el virus de un laboratorio?

Ni un solo científico reputado sostiene que el virus fuera fabricado en un laboratorio. El origen es animal. Las sospechas se alimentan de la existencia del laboratorio de alta bioseguridad en Wuhan donde trabaja la doctora Zhengli. No es casual que le llaman ‘la mujer murciélago’. Lleva años investigando miles de virus de estos animales. Fue quien descubrió el antecedente genético más cercano del anterior coronavirus que golpeó China, el SARS 1 de 2002.

¿Y si fue un escape accidental? Las agencias de espionaje norteamericano han dejado flotar la sospecha sin ninguna prueba hasta la fecha. En la pandemia del COVID, como en todo gran suceso de la historia, los datos siempre serán irrelevantes para los creyentes en teorías de la conspiración, en este caso, aquella que dice que los chinos soltaron un virus para dominar el mundo y quitarse de en medio a su peor enemigo, Donald Trump.

Filtraciones no confirmadas por el Gobierno chino señalan que el paciente 1 se habría detectado el 17 de noviembre, un mes antes de los primeros casos oficiales.

¿Sabe China más de lo que cuenta?

Las teorías conspirativas encuentran sostén en la falta de transparencia del régimen de Pekín. Las autoridades tardaron en reconocer los primeros casos y no han sido precisamente abiertas en la comunicación de nuevos datos. El acuerdo negociado con la OMS establece una primera fase de la investigación dirigida por científicos chinos.

Es posible que tengan más información que la difundida hasta la fecha. Filtraciones no confirmadas por el Gobierno chino señalan que el paciente 1 se habría detectado el 17 de noviembre: un hombre de 55 años de la provincia de Hubei sin ninguna relación con el mercado de la capital. El permiso a la misión internacional de la OMS debe interpretarse como una vía para restaurar su credibilidad internacional.

¿Y si el virus no emergió en China?

Los medios oficiales de Pekín airean cualquier hipótesis alternativa al origen chino, desde la llegada del virus en pescado congelado de importación a la aparición en el norte de Italia o en Barcelona meses antes del brote de Wuhan. Ninguna de estas teorías cuenta con un mínimo de consenso científico internacional. Ahora una viróloga china sitúa el probable origen del virus en el verano de 2019 en la India o Bangladesh. Otros genetistas han criticado el estudio por su discutible metodología.

No debe olvidarse que la rivalidad entre China y los Estados Unidos de Trump ha contaminado el debate. Mientras Trump no paraba de hablar del “virus chino”, Pekín replicaba con cualquier teoría que aleje ‘el pecado original’ de su territorio.

Dicho esto, los “cazavirus” creen plausible que el salto del coronavirus a humanos se produjera en otro país del sureste asiático con abundancia de murciélagos de herradura. Informaciones recientes apuntan a la similitud del SARS-CoV-2 con las muestras de otro coronavirus de murciélago conservado en Camboya. Son datos preliminares. Aún no han publicado la secuencia genética al completo en una revista científica.

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