En menos de un siglo, los venezolanos lograron pasar del despotismo personalista a la democracia. El proceso no fue fácil ni siempre pacífico pero el resultado, si bien afectado por conflictos de variada intensidad e institucionalidad frágil es insuficiente, fue un orden “sustancialmente más abierto, incluyente e integrador de la pluralidad, complejidad y heterogeneidad” que el que había a comienzos del siglo XX.

La idea es de Andrés Stambouli, el significativo politólogo que acaba de fallecer en Caracas, en su obra fundamental y premiada La Política Extraviada. Una historia de Medina a Chávez (Fundación para la Cultura Urbana. Caracas, 2002. El proyecto liderado por Chávez no era todavía lo que llegaría a ser, pero ya apuntaba maneras, pero con relación a la experiencia democrática venezolana, con sus más y sus menos, ya estábamos a tiempo de sacar conclusiones que nos permitieran extraer lecciones.

Porque la política, al fin y al cabo y vuelvo a Stambouli, “presupone una relación de comunidad, en la cual las partes diferenciadas se reconocen recíprocamente como co-miembros” de una sociedad y prefieren resolver sus desencuentros mediante la persuasión y el diálogo en clima tolerante, antes que por la represión o aniquilación del adversario. Esa política, que es la política, pues todo lo demás es antipolítico, “lejos de ser un mal necesario, es un bien práctico a ser valorado”. Sirve para gobernar comunidades plurales y reduce significativamente la violencia. Ninguno de los dos objetivos los logra a la perfección, status que sabemos humanamente inexistente, salvo en el topus uranus platónico, pero el nivel que puede alcanzar no es poca cosa.

Citando a Marías, Stambouli invita a lo que debería ser una primera toma de conciencia, “…tomar posesión de lo que se tiene, de lo que se ha acumulado durante siglos de grandeza, de error, de dolor, de esfuerzo, hasta llegar a lo que se es…”. No conocer y comprender lo vivido nos hace siempre niños.

Cuando los venezolanos hemos encontrado la política y hemos sido capaces de encontrarnos en ella, hemos podido ensayar las ventajas y retos de la paz, la convivencia libre y la búsqueda de un progreso que sea en todos los órdenes y llegue a todas las personas. Cuando no, aumentan la arbitrariedad, la violencia despótica de arriba o la de abajo y afuera, los sufrimientos y se estrechan, hasta cerrarse las vías al desarrollo. ¿No nos explica cómo llegamos a lo que el científico social llama “la crisis de representación” y la “incongruente revolución bolivariana”? Y de 2002 para acá ¿Cuáles han sido los procesos, los éxitos y los fracasos?

Andrés Stambouli es, en sí mismo, una biografía venezolana. El niño judío de El Cairo que llega temprano a Venezuela con su familia. Aquí estudia y asume íntimamente la venezolanidad. Se gradúa en la Escuela de Ciencias Sociales fundada en la UCAB por Calvani y tiene la oportunidad de hacer su doctorado en la Sorbona (París V). Desde 1970 trabaja como investigador hasta llegar a la subdirección en el Instituto de Estudios Políticos de la UCV, casa donde es profesor fundador de la Escuela de Estudios Políticos y Administrativos y coordinador del doctorado en Ciencias Políticas.




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