Se podría hacer una quiniela, como dicen los argentinos, los españoles y los mexicanos. El que adivine el escenario se lleva el premio mayor. No hay segundos ni terceros ni terminales ni aproximaciones. Un solo premio al ganador, que de paso es muy posible que quede desierto (el premio, no el ganador), porque nadie acertó con el verdadero final de la película.

¿De qué película hablamos? De la obra maestra del horror, el surrealismo y la tragedia que se llama Venezuela. Hablamos de que nadie apuesta un centavo por el régimen chavista, pero ahí sigue, con un país en ruinas, con un éxodo desesperado de gente, con sus jerarcas señalados como delincuentes, sin dinero petrolero, sancionados por casi todo el mundo civilizado… Pero ahí siguen.

Los escenarios son tantos como opinadores hay en el país, y fuera de él. Comienza por un pronunciamiento militar, que dada la calidad de fuerzas armadas que tiene el país y su falta de compromiso con lo que debería ser su función es muy poco probable. Después puede ocurrir una insurrección popular, pero la prioridad de la gente es salir del infierno por donde sea y mientras tanto rebuscarse la supervivencia. La salida electoral es tan bufa que no vale la pena ni comentarla. Como igual de bufo es el supuesto negado de que el gobernó pueda rectificar y conducir al país por un camino menos culebrero. Hay quienes apuestan por la intervención militar de una coalición internacional de salvadores, que no ocurrirá porque Venezuela no es Panamá (aunque muchos jerarcas del régimen sean peores que Noriega) y la etapa de invasiones en América Latina pasó hace ya unas décadas, por múltiples razones.

Los escenarios mixtos son más abundantes que los que apuntan a un solo factor de salida, por simple crecimiento geométrico: una protesta por aquí, unos militares descontentos por allá, unas sanciones y unos activos congelados, en múltiples combinaciones. Es lo que está sucediendo hoy, en una de sus múltiples variantes, pero no ha sido suficiente para moverle el piso a la dictadura. A pesar del rechazo internacional y del malestar de la gente, ya lo dice el refrán: palo con la baba, y la baba ahí.

Al final, tan absurda como la destrucción que le ha causado el chavismo a Venezuela es esta situación en la que una banda que no debe pasar de 100 mil personas, incluyendo a gobernantes, espías, asesores caribeños y malandros en moto, destrozan la vida de 30 millones de personas, en una remembranza de los miles de judíos que iban en fila hacia los campos de concentración flanqueados por unos pocos soldados nazis.

Si se repasa la historia reciente, lo único que ha hecho temblar de verdad al gobierno han sido las protestas masivas, aunque cualquier salida a la calle representa un riesgo de represión, detenidos y muertos. Sin embargo, la diferencia entre 2017 y hoy es que el régimen, mal que bien, está más débil y mucho más desprestigiado. Pero ahí siguen.




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