Teñida de sangre la campaña ecuatoriana. El asesinato a plena luz del día del candidato Fernando Villavicencio conmovió la opinión pública nacional y latinoamericana. Ya antes había muerto violentamente el popular alcalde de Manta Agustín Intriago, de un partido local. Después en Esmeraldas matan a Pedro Briones, dirigente regional del Movimiento de la Revolución Ciudadana.

El problema es más grave. En la nación sudamericana un clima de creciente inseguridad se extiende y profundiza. En los crímenes mencionados se habla de la injerencia de narcotráfico, de sectarismos en la contienda política o incluso de la confluencia de ambos, por la penetración corruptora del sucio negocio en el tejido político y social. El expresidente Andrés Pastrana ha advertido la “colombianización” del Ecuador.

El fenómeno no es para tomarlo a la ligera. En nuestra región la violencia política no es rara y la institucionalidad para prevenirla y corregirla carece de los niveles de solidez y credibilidad en la ciudadanía,necesarios para cumplir su función eficaz y oportunamente. En 2022 fue asesinado durante su luna de miel en Cartagena el fiscal paraguayo Marcelo Pecci, un crimen por encargo; en Brasil detuvieron al sindicado como autor intelectual del delito, prófugo de la justicia guaraní. En Argentina ese año se intentó asesinar a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner y en 2018 había sido ultimado en su casa el fiscal Alberto Nisman que la investigaba. De 2018 a 2022 se contaron en México dieciocho alcaldes y ocho diputados asesinados.

Podríamos mostrar mucho más, con víctimas diversas en la opinión, con actores dentro o fuera del poder. Desde nuestro país haríamos mal en verlo como una cosa distinta y distante. Estamos en precampaña electoral y asoman eventos que no permiten la indiferencia. Los modelos intolerantes,el discurso que la justifica, la promueven directa o indirectamente. También la ausencia de condena pública a los hechos y la impunidad. Todos son factores que confluyen en un ecosistema amigable a la violencia.

Las claves son, principalmente, el rechazo social a la violencia, venga de donde venga y las instituciones fuertes, confiables, capaces de prevenir y resolver. Es interés de todos, salvo de los delincuentes, poner atención a la violencia vinculada a la política que es el colmo de la antipolítica. Cuando se desborda se complica hasta lo incontrolable. Mirarse en ese espejo roto nunca está de más.




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