En un extremo opuesto están los reactivos, aquellos sujetos “atados” a las órdenes y exigencias de otras personas para poder activarse y mantenerse en actividad. Pero, aclaremos probables malentendidos: Aun cuando implica libertad, independencia y autenticidad, no la veamos como un simple estado de rebeldía o de hacer lo que nos venga en ganas, ya que los proactivos saben que sólo en sociedad y con el potencial de los compañeros y de la comunidad, pueden satisfacer sus necesidades. ¿Se aprende la proactividad? Mucha gente hace sólo lo que tiene que hacer o lo que le mandan a hacer; pero no lo que desean hacer. Esas personas, cargadas de pesimismo, aprendieron a ser reactivas y a no ser proactivas. ¡La proactividad es el producto de nuestros propios aprendizajes y experiencias! ¡Por esto mismo, aprendemos a ser proactivos y podemos dejar de ser reactivos! La persona proactiva lleva en sí el impulso hacia los cambios y las transformaciones. La persona proactiva está siempre propulsada hacia las transformaciones; no acepta que el futuro se le aparezca “por casualidad”, ni por sorpresa, ni por azar, ni permite que otros intervengan ante la pasividad.
Los proactivos se adelantan al futuro y lo construyen en el presente, mediante una intervención activa y transformadora. Un país joven como Venezuela necesita mucha gente proactiva. Como pueblo y nación, apartémonos de la criticadera y del lamento eterno. Necesitamos aprender a enfrentar los problemas y promover cambios, en lugar de buscar culpables para señalarles, perseguirles, y descargar sobre ellos la ira inmadura que nada resuelve.