EFE

«Descubrimos que la gente cambia con facilidad la
manera de caminar -incluso algunas características de su marcha que han sido
establecidas a lo largo de millones de pasos durante toda su vida- para ahorrar
pequeñas cantidades de energía», señaló Max Donelan de la Universidad
Simon Fraser de Canadá.

Esta idea es «totalmente coherente con el sentido de
que la mayoría de nosotros prefiere hacer las cosas de la manera que cueste un
menor esfuerzo,
como cuando elegimos el camino más corto o preferimos estar
sentados antes que de pie».

Con este estudio se proporciona, indico Donelan, «una
base fisiológica para esta pereza, al demostrar que incluso con un movimiento
tan bien ensayado como es caminar, el sistema nervioso supervisa de manera
inconsciente el uso de energía y optimiza continuamente las pautas de
movimiento buscando constante la forma más barata posible de moverse».

Sin embargo, la directora del estudio, Jessica Selinger,
matizó que también hay un lado positivo y es que «detectar y optimizar,
con tanta rapidez y precisión, la energía que se usa es una proeza
impresionante del sistema nervioso
. ¡Tienes que ser muy listo para ser
perezoso!»

Los expertos querían entender por qué la gente se mueve de
la manera que lo hace, teniendo en cuenta que hay numerosa maneras de ir desde
un punto A a otro B y comprobar, hasta qué punto, el cuerpo puede adaptar sus
movimientos basándose en datos fisiológicos
que le llegan en tiempo real.

Para ello pidieron a un grupo de personas que caminasen
mientras llevaban puesto un exoesqueleto robótico, lo que hacía más difícil que
anduvieran de la manera en que solían hacerlo frente a adoptar otros
movimientos.

Esta estrategia permitió a los investigadores comprobar si
la gente puede detectar y optimizar, en tiempo real, el «coste»
asociado a sus movimientos, y de hecho así era.

El experimento demostró que las personas adaptan, en
cuestión de minutos, la frecuencia del paso para optimizar la energía, incluso
aunque ese ahorro energético pueda ser menor del 5 %

Los investigadores planean ahora estudiar cuestiones
relacionadas con cómo el cuerpo humano mide el coste energético
asociado a
formas particulares del movimiento.




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