Trescientos cincuenta mil millones de dólares. El producto interno bruto de Irlanda. Más que el PIB de Portugal. El número 350 seguido por nueve ceros. Trescientos cincuenta billones gringos para decirlo rápido, aunque lo que represente la cifra no sea ni rápido ni fácil, pues detrás de esa millonada está la ruina de un país que alguna vez fue próspero. Según estimados de la Asamblea Nacional, detrás de esa cifra está la riqueza –en dinero contante y sonante- que se vaporizó en Venezuela durante la gestión del chavismo (si es que al chavismo se le puede considerar capaz de tener una gestión).

Vaporización no se quiere decir que el dinero desapareció; solo significa que se fue a otro sitio. La masa gigantesca de plata que falta en Venezuela, y que no está preservada en ningún bien tangible ni en bienestar ni en proyectos chucutos ni en subsidios ni en regalos al Caribe ni en nada de nada, lo que hizo fue cambiar de cartera: de las arcas del Estado, o sea, del bolsillo de los ciudadanos, fue a parar a las cuentas de enchufados, chavistas de cualquier ralea, bolichicos, estafadores, comisionistas y ya paremos de contar porque la lista es larga. Un monto suficiente para pagar dos veces la deuda externa del país, o para entregarle a cada venezolano 11.666 dólares (sí, once mil y pico) fue sustraído del tesoro nacional por unos cuantos miles (o decenas de miles) de bandidos. Estimando que Venezuela ha recibido por exportaciones 1,2 billones de dólares (billones españoles) en los últimos 19 años, resulta que directamente se robaron el 30% de esa cantidad, mientras que el otro 70% se derrochó, se malgastó y terminó intercambiado por bolsas Clap, turbinas chimbas o asesoría en control y terror. Si a los países se los pudiera cuantificar como a las empresas, Venezuela tendría hoy la cuarta parte de su valor de hace 20 años.

Las fortunas de los beneficiarios de la dictadura roja deben ser gigantescas. Deben estar, también, regadas por todo el mundo y escondidas en cualquier gaveta: desde lingotes de oro en una casa de Luxemburgo hasta yates en Dubái. Pero así como la tecnología para esconder dinero es muy avanzada, la tecnología para encontrarlo también tiene lo suyo. Y algo debe estar ocurriendo con las sanciones financieras para que el régimen esté dando señales de que se le doblan las rodillas.

La medida unilateral de excarcelar a una centena de presos políticos no es una muestra de tolerancia ni de piedad, pues se sabe que este gobierno no es capaz de ningún sentimiento virtuoso ni de acciones nobles. Aún con la farsa de la “liberación” a medias y la mezcla de prisioneros políticos y comunes, parece que algo le pica a los rojos. Algo que quizás le esté llegando cerca a los 350 mil millones.




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