“No hay nada más difícil de emprender, ni más dudoso de hacer triunfar, ni más peligroso de administrar que la elaboración de un nuevo orden” Nicolás Maquiavelo

En el tráfago noticioso contemporáneo no alcanzamos a reponernos de una noticia cuando ya llega otra que opaca la anterior, tal como lo apuntaba Maquiavelo hace 508 años: “En todas las cosas humanas, cuando se examinan de cerca, se demuestra que no pueden apartarse los obstáculos sin que de ellos surjan otros…”

Ya aparecen de nuevo en el tapete noticioso las marchas y contramarchas en tortuosas y acaloradas negociaciones, las exigencias de unos y otros, las presiones recíprocas, el toma y dame permanente; se nos eriza la piel, porque empezamos a sospechar que muchos no aprendieron la lección… Y eso que el florentino no tenía la menor noción de la existencia de las “maquetas” cuando advirtió: “La experiencia siempre ha demostrado que jamás suceden bien las cosas cuando dependen de muchos”.

Amigos políticos: hemos soportado demasiadas penurias, demasiada intolerancia, suficientes «acomodos y reacomodos» como para que se presenten nuevos errores y desaciertos. Para esta venidera contienda electoral, si es que se decide participar, la ciudadanía tiene que decir ¡basta! Ya llega el momento de ponerse de acuerdo. Señores: deben mirar hacia adelante, porque el que mira pertinazmente por el retrovisor suele estrellarse.

No podemos negar que todos tenemos algo de responsabilidad por lo que nos ha ocurrido como nación. Al fin y al cabo, ustedes no pueden ser otra cosa que un reflejo del pueblo como un todo. Pues, en fin de cuentas, nosotros, los venezolanos, somos individualistas, contradictorios, a veces despóticos y vengativos, nos las sabemos todas más una, todos nos consideramos demócratas a ultranza y populistas por atavismos; siempre un poco «viva la pepa», orgullosos, románticos y fantasiosos. Necesario será entonces considerar que para Maquiavelo “no es victoria verdadera la que se obtiene con armas ajenas”, anunciaba. “Sucede siempre que las armas ajenas, o se caen de los hombros del príncipe, o le pesan, o le oprimen”.

El pensador florentino ya dibujaba “que los pueblos son tornadizos”, aunque advertía “que si es fácil convencerlos de algo, es difícil mantenerlos fieles a esa convicción”. “Los hombres se ganan mucho mejor con las cosas presentes que con las pasadas, y cuando en las presentes hallan provecho, las gozan sin inquirir nada”, anotaba sobre la indiferencia del pueblo –el electorado– a cuestiones que se pueden ver como cruciales o clamorosas desde otros ámbitos.

Ustedes, apreciados amigos, que algo deben saber de Maquiavelo, tengan presente que él sostenía que la historia no se trata de una realidad abstracta, sino el registro de las acciones de los «grandes hombres» (los políticos). Así, pues, los hombres son los únicos responsables del acierto o desacierto en la organización de su vida en común; sólo de ellos depende ese acierto o desacierto, o, para hablar con más propiedad, depende de su capacidad para que sus acciones y decisiones estén guiadas por la virtud y no por la ambición.

Recalcaba Maquiavelo, en sus Textos Cardinales, que la ambición es la causa de la infelicidad humana y del eterno oscilar de los hombres y los estados. Se trata, pues, de un motor de la historia que opera a favor de la corrupción, la decadencia y la degeneración; es el origen fundamental de toda corrupción e inestabilidad colectivas. Téngase en cuenta también que, antes que un pecado moral, la ambición es un pecado político, pues consiste en anteponer el interés propio al interés común, y eso implica una constante fuente de inestabilidad y conflicto sociopolítico.

Pero todo eso resultará, llegado el momento, irreversible, y, aceptémoslo o no, una vez más, impotentes, angustiados, estaremos paradójicamente en manos de ustedes.
Tan sólo nos quedará apretar puños y dientes, y en medio de la prolongada incertidumbre, esperar que logren corregir sus propios desaciertos, que depongan sus intereses partidarios a favor del interés general y logren ponerse de acuerdo en la escogencia de los más aptos. Si optan por la algarabía antes que a la solución –lenta, cansona, reiterada o repetitiva– es porque habrán hecho de la política un espectáculo del entretenimiento.

Amigos políticos: de nuevo en sus decisiones estarán buena parte de nuestras ilusiones y nuestras esperanzas. Nos queda poco tiempo. Si hemos aprendido algo en estos últimos años es que siempre podemos estar peor. Nunca vamos a tocar fondo, porque, como que lo hemos comprobado, tal fondo no existe.

Manuel Barreto Hernaiz




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