Los norteamericanos tienen algún tiempo ya, anunciando que, después de más de cincuenta años, realizarán una nueva misión lunar. Y dieron los nombres de los cuatro astronautas, entre ellos una mujer, un afroamericano y un canadiense, como si fuera muy importante el sexo, la raza o la nacionalidad de los integrantes de ese equipo lunar. Pero hace unos días me enteré de algo que sí me llamó la atención y es que, en esta ocasión, un venezolano desempeñará un papel crucial en su éxito. Este destacado joven es Ander Solórzano, originario de Guayana, con cuatro años de experiencia en la industria espacial. No solo es ingeniero en robótica y en electrónica, sino que también posee una maestría en robótica, liderando un aspecto crucial de la misión como parte de la empresa Astrobotic Technology, Inc.

Astrobotic es una de las tres empresas seleccionadas por la NASA para el próximo alunizaje programado para 2025. En este emocionante contexto, el ingeniero Ander Solórzano asumirá el crucial rol de jefe de Ingeniería de Sistemas y director de vuelo. Este logro no solo resalta el regreso de Estados Unidos a la Luna, sino también la destacada contribución de un talentoso venezolano en la exploración espacial.

Y así como tenemos a un venezolano liderando vuelos a la Luna, también hay compatriotas que han trascendido aún más arriba, pues sus vidas están siendo estudiadas para ser elevadas a los altares. Estas personas han dirigido su camino hacia el cielo de una manera espiritual y significativa.

Es muy grande la riqueza espiritual que Venezuela alberga, con sus Beatos, Venerables y Siervos de Dios, todos ellos han dejado un impacto significativo en la historia religiosa del país. Entre ellos, destaca el fervor popular hacia el Beato José Gregorio Hernández, cuya posible canonización está a la espera del segundo milagro que lo convertirá en Santo.

Y Venezuela tiene además, tres Beatas, las Madres María de San José, Candelaria de San José y Carmen Rendiles, así como los tres Venerables, Madre Emilia de San José, Madre Marcelina de San Pedro Claver y Padre Tomás Morales Pérez, quienes son testimonios notables de fe y dedicación.

La lista de Siervos de Dios llega a veinte y revela una diversidad de vocaciones y sacrificios, desde líderes religiosos como Monseñor Arturo Celestino Álvarez y Monseñor Sixto Sosa Díaz, hasta figuras laicas como el político, docente y diplomático Arístides Calvani y su esposa Adelita Abbo Fontana de Calvani, o como Abraham Reyes y Patricia de Reyes, quienes junto al padre José María Vélaz, contribuyeron significativamente en la fundación de «Fe y Alegría».

Y no podemos olvidar a nuestro Monseñor Salvador Montes de Oca, de quien hay mucho de qué hablar, porque la Arquidiócesis de Valencia es quien lleva su causa, en manos de su vice postulador, el padre Antonio Arocha, párroco de la Iglesia de La Candelaria y Tesorero de la Sociedad Amigos de Valencia… y, por último, Amandita Ruiz.

El caso de Amandita Ruiz no lo podía creer, porque solo tenía seis añitos cuando falleció y ya es Sierva de Dios. Y es que tal vez nos hemos olvidado de que la santidad también puede estar en niños y jóvenes, como el caso de los hermanitos San Francisco y Santa Jacinta Marto, de nueve y siete años respectivamente, amiguitos de la Virgen de Fátima, porque fueron sus videntes con su prima Lucía. O de Santa María Goretti, que murió a los once años apuñalada y antes de morir, perdonó a su asesino.

Amandita, nacida en San Cristóbal el 11 de mayo de 1999, enfrentó la leucemia desde los tres años con una valentía y alegría que dejaron una huella imborrable. A pesar del diagnóstico, continuó irradiando inocencia y felicidad, convirtiéndose en un faro de luz para sus padres. Pocas horas antes de su fallecimiento el 21 de septiembre de 2005, compartió con sus papás, que había cumplido su misión en la tierra y les pidió que no sufrieran por su partida, ya que los acompañaría desde el cielo. Su legado perdura en la memoria de quienes tuvieron el privilegio de conocerla.

En otro orden de ideas, es notable comentar que, en 2021, el cardenal Baltazar Porras, se reunió en Roma con el prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos de la Santa Sede, cardenal Marcello Semeraro, para entregar la petición «Nulla Osta» para la causa de beatificación del Cardenal José Alí Lebrún. Este carabobeño, quien fue el segundo cardenal de Venezuela, presidente de la Conferencia Episcopal en dos periodos y nuestro querido cuarto obispo de nuestra ciudad, representa una figura significativa en la historia religiosa del país.

En conjunto, esta diversidad de figuras refleja la rica herencia espiritual de nuestra patria y la profunda conexión entre la fe y la historia del país. Roguemos porque en Venezuela reine de nuevo el bienestar y que vuelva a ser el país que fue una vez. Ya sea camino a Luna o al Paraíso, que los venezolanos continúen dejando una estela de valentía, resiliencia y fe para las generaciones venideras.

anamariacorrea@gmail.com




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