En 1932 Don Sebastián Echeverría Lozano había sido nombrado director del Orfeón Carabobo. Durante cinco años fue el Maestro de Capilla de la Catedral de Valencia y ahora iba a dirigir y a estrenar este Orfeón.

Organizó el maestro numerosas actividades en la década de los treinta, incluyendo la fundación de la Escuela de Música Instrumental, Vocal y de Declamación del Estado Carabobo en 1937, la misma a la que, a un año de su muerte, en 1942, la bautizaron con su nombre y que ahora, a noventa y un años de su fundación, está a la espera de una sede.

Pero regresemos al año 32. Uno de los conciertos que organizó Echeverría Lozano ese año, fue el que ofreció el Orfeón José Ángel Lamas, en el Teatro Municipal de Valencia, dirigido por el maestro Vicente Emilio Sojo, con Teodoro (Teo) Capriles como tenor solista. Fue un concierto que se presentó por tres noches seguidas.

Los miembros del Orfeón Carabobo, fueron los ayudantes con los que contó el maestro Echeverría y lograron vender casi todas las localidades. Ellos mismo se encargarían de ubicar el público dentro del teatro. Estaba todo listo.

El Orfeón Lamas tenía cuatro años de fundado y ya contaba con una excelente reputación. Su director era un hombre altamente respetado, musicalmente hablando y los solistas eran de renombrada calidad, como el caso de Teo Capriles. Recordemos que Teo Capriles encarnó a Florentino en la Premiere de la Cantata Criolla, de Antonio Estévez y Alberto Arvelo Torrealba en 1954, con el maestro Antonio Lauro haciendo de el Diablo.

Todo estaba bien, pero había un detalle que al maestro Sojo y a los integrantes del Orfeón Lamas tenía altamente preocupados. Faltaba una hora para comenzar el concierto y el tenor solista, Teo Capriles, no había llegado.

Además de excelente cantante, Capriles era pintor y amante de ciertos deportes como el ciclismo y la natación. ¿Cómo era posible que no se hubiera venido con el resto de los integrantes del Orfeón y prefiriera venirse por su cuenta? El maestro Sojo consideraba que era una gran imprudencia de su parte.

Habían abierto las puertas del teatro, dieron sala y Teo sin llegar. Los valencianos amantes de la música coral, que todavía no tenían entradas, estaban afuera haciendo la cola de la esperanza para ver si conseguían localidades libres. Y Teo sin llegar.

El maestro Sojo seguía angustiado, no se explicaba qué pasaba. Todos ya estaban listos y Teo sin llegar.

Cuando faltaba media hora para comenzar el concierto, llegó Teo en bicicleta, vistiendo el atuendo característico de los ciclistas. El mismo Sojo abrió la pequeña puerta de la parte de atrás del teatro. Capriles se había venido de Caracas en bicicleta. Si para la época, el viaje en carro desde la capital, duraba cinco horas, tardaba mucho más en bicicleta.

El maestro tenía la cara roja de la ira, la respiración de ambos era fuerte, la del maestro por la rabia y la de Teo por el agotamiento. El maestro lo regañó, pensaba que el cansancio no lo dejaría cantar. Teo sonrió y dijo que sí podría hacerlo. Se duchó, se vistió y cantó como nunca. Hasta se veía más fresco que sus compañeros coralistas.

Teo cantó muy bien los tres días de concierto, pero el maestro estuvo disgustado con él durante todo ese tiempo.

Lo que no sabía el maestro Sojo era que, Teo Capriles, hacía como práctica ciclística, el recorrido Caracas-Valencia los sábados y regresaba a la capital los domingos de la misma forma, desde hacía varios años.

anamariacorrea@gmail.com




Estimado lector: El Diario El Carabobeño es defensor de los valores democráticos y de la comunicación libre y plural, por lo que los invitamos a emitir sus comentarios con respeto. No está permitida la publicación de mensajes violentos, ofensivos, difamatorios o que infrinjan lo estipulado en el artículo 27 de la Ley de Responsabilidad en Radio, TV y Medios Electrónicos. Nos reservamos el derecho a eliminar los mensajes que incumplan esta normativa y serán suprimidos del portal los contenidos que violen la Constitución y las leyes.