La confusión que envuelve y distorsiona la compresión más elemental de la tragedia venezolana, se pone de manifiesto cada vez que personas supuestamente informadas –y con acceso a la opinión pública y publicada,  plantean que tal o cual acción del poder establecido es un golpe a la democracia… y que tal otra también amenaza a la democracia, y así hasta el infinito. Pero no. Se equivocan. Porque para que pueda haber golpes a la democracia, primero tiene que haber una democracia a la cual golpear. Y en Venezuela, desde hace años, no hay democracia. Ese el punto crucial que todavía algunos no quieren o no pueden entender.

 

Cuando desde el poder se hace y deshace lo que venga en gana, sin ninguna limitación distinta al interés político, entonces no puede haber una democracia, porque la esencia de la democracia es que no se pueda hacer lo que venga en gana desde el poder. Lo demás se deriva de esta cuestión. Si no entendemos eso, no entendemos nada. Por eso la democracia venezolana quedo aplastada durante los largos años de desmanes de Chávez, y aún ha sido más aplastada en los tiempos del sucesor.

En ciertos sectores no alineados con el oficialismo, se pretende subestimar esta realidad en una especie de “Danza Kabuki” (donde nada de lo que parece es), más o menos con la intención de “ocupar espacios” dentro de la amalgama del poder hegemónico. Lo cual es un absurdo, como ha sido reiteradamente demostrado por hechos y evidencias de la más variada índole. Sin ir muy lejos, una Asamblea Nacional elegida por una gran participación electoral que derrotó a la hegemonía, terminó pintada en la pared y sin ningún poder real o efectivo de decisión.

¿Puede pasar algo semejante en una democracia? Desde luego que no, ni siquiera en una democracia chucuta o aporreada. Que no es el caso de la Venezuela del siglo XXI, en la que la democracia fue desmantelada paso a paso, y en su lugar se fue montando, también paso a paso, una neo-dictadura o una dictadura disfrazada de democracia.

Por todo ello, en nuestro país no puede haber amenazas o golpes a la democracia, porque no hay democracia. Si es que precisamente el gran desafío consiste en superar la hegemonía despótica para permitir que se pueda ir reconstruyendo un sistema democrático.

flegana@gmail.com

 




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