En aquella casona entre Vargas y Montes de Oca, López Ayaro repasaba el Informe con una lista de profesores y estudiantes revoltosos y dos anexos de soplones. Uno sobre reuniones sospechosas promovidas por Monseñor Adam y Eladio Alemán en la Sociedad de Amigos de Valencia y otro, denunciando que en el Colegio La Salle estaban reproduciendo manifiestos de Caracas.

Tendré que ordenar algunas detenciones, se dijo. Aunque debía cumplir como Director de la Seguridad Nacional, no tenía espíritu de esbirro. Decidió saborear un café Madrid y esperar a que llegara Castillo Vallejo, su segundo. Era el 21 de enero de 1958.

Dos días después lo despertó una noticia que nadie imaginó: la fuga del dictador que 25 días antes había amañado un plebiscito para seguir en el poder sin elecciones.

¿Quiénes fueron los que en Carabobo encarnaron este cambio político que puso a la gente a darse el feliz año? No es fácil decirlo, porque la mayoría de los participantes ya no están con nosotros y quienes están son venerables ochentones cuyas respuestas confirman que historia no son los hechos sino los recuerdos sobre ellos. No todos coincidentes.

Cárcel, tortura, exilios y persecuciones habían caído por años contra adecos y comunistas. Después contra urredistas y copeyanos. Una parte de sus militantes tomaron bajo perfil y se cuidaban de expresar sus ideas. La policía política los tenía fichados y los sometía a detenciones cortas en los calabozos de la Policía de Valencia para sembrar miedo.

Los focos de rebeldía comenzaron por los estudiantes universitarios. Hubo una protesta contra el cobro de aranceles para presentar exámenes y algunas pequeñas asambleas comenzaron a exigir libertad de los presos políticos y elecciones. Representantes de distintas juventudes partidistas crearon una coordinación integrada por José Delgado Hurtado, JC; Angel Rivas González, JAD; Luis Alfredo Ríos, URD; Joaquín Alvarado, JRC y José Travieso Conde, independiente. No había noticias de la Junta Patriótica de Carabobo aunque en la mañana del 23,Salvador Feo La Cruz habló en nombre de ella.

La propagación del descontento también se llevó a cabo desde algunos de los principales sindicatos de la época, dirigidos por lo que quedaba de AD y del PCV como segunda fuerza: Calzado, Vestido, Autobusero, Bebida, Grasas de Valencia; la FVM y la Asociación de periodistas; los sindicatos campesinos, Las Llaves y el Portuario.

Desde aquel 23 de enero todos los opositores a la dictadura pudieron regresar a sus hogares y actuar para rehacer la democracia. Familiares y amigos los recibían con fiestas, como la del Dr. Ortega que convirtió a su casa de la calle Páez en una colectiva demostración de afectos.

Así ocurrió con Ricardo Urriera en San Blas, con el policía Izaguirre de vuelta de San Fernando de Atabapo donde tuvo el pueblo por cárcel y del también confinado Negro José Chagín; con Manuel García y José Bernardo Granadillo al retornar del exilio y con otros como el cojo Humberto Celli, el Dr. Morales, Juan Vicente Seijas, Célis Pérez o el Br Guevara. Un dirigente campesino de AD José Tomás Gallardo volvió de ese campo del infierno, un islote en la selva del Orinoco, que se llamó Guasina.

Las mismas persecuciones sufrieron, los militantes comunistas que mantenían una pequeña, pero muy activa red de militantes a la cual pertenecieron Donato Carmona; Angel Márquez, La Bruja; el farmacéutico Martínez; Cayetano Ramírez; Luis Felipe Ojeda; el poeta José Félix Ramírez; Luis Carreño; el joyero; el comerciante Malpica y Guevara con una célula de tres miembros en Los Taladros. En Copei el DrIgnacio Bellera, Lisandro Estopiñán, Ramón Guache, Antonio Toro y Guillermo Barela Granadillo.

Así se inició en Valencia, después de la de 1936, la segunda transición de una dictadura a la democracia. Sin muertos y sin balas, para ejercer 11 meses después el derecho a votar con libertad.




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