No son pocos los ancianos venezolanos que han tenido que migrar o ver partir sus hijos a otras tierras en busca de mejoras para sus vidas y tratar de superar la crisis que atraviesa el país. Esta situación ha obligado a algunos a instalarse en instituciones o centros de salud que se dedican al cuidado de personas de la tercera edad. Pero eso no es suficiente porque la soledad y el abandono son sentimientos que están presentes cuando se quedan sin sus familiares más queridos.
Isabel Vanegas nació en Colombia, pero lleva 50 años en Venezuela y es una de las 32 abuelas que residen en la Casa Clínica para ancianas Padre Pío de la Fundación Buen Samaritano, en Caracas. Quedó viuda y solo tiene una hija que, por la “mala situación” económica en el país, decidió probar suerte en Bogotá hace unos años.
En el hogar para ancianos, al que decidió mudarse hace aproximadamente seis años, tiene amigas y cuidadoras, y aunque asegura que la tratan bien, su mayor deseo es que su hija y sus tres nietos regresen para vivir juntos, reseña la Voz de América.
“Quiero salir de aquí, a mí me gustaría que ella se viniera (…) yo la amo. Es muy difícil, aquí uno vive hablando con todo el mundo, me la llevo bien con las demás, pero me hace falta mi hija”, dijo a la Voz de América esta mujer de 81 años, que solía trabajar como empleada doméstica.
Habla muy poco con su hija, no tiene móvil, un dispositivo que dice que le hace falta para poder mantener mayor contacto. Se comunican a través del teléfono de una de sus compañeras del hogar.
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