En 1814, el Papa Pío VII, prisionero del general Napoleón, prometió a la Virgen que el día que llegara a Roma, en libertad, lo declararía fiesta de María Auxiliadora. De pronto, el pontífice quedó libre, y llegó a Roma el 24 de mayo.

Desde entonces, quedó declarado el 24 de mayo como día de María Auxiliadora.

Pero, fue San Juan Bosco, el santo de María Auxiliadora, con el que esta advocación mariana encontró el mejor paladín y trampolín para el desarrollo y popularidad: “No he sido yo, ha sido la Virgen Auxiliadora quien te ha salvado”… “Cada ladrillo de esta iglesia – se refería a la gran Basílica que en su obsequio empezó el 1863 –es una gracia de la Virgen María”…

Impacto en San Juan Bosco

En 1860, la Santísima Virgen se aparece a San Juan Bosco y le dice que quiere ser honrada con el título de “Auxiliadora”, y le señala el sitio para que le construya en Turín, Italia, un templo.

Empezó la obra del templo con sus tres monedas de 20 centavos cada una, pero fueron tantos y tan grande los milagros que María Auxiliadora empezó a obtener a favor de sus devotos, que en sólo cuatro años estuvo terminada la Gran Basílica.

El Santo solía decir: ”Cada ladrillo de este templo corresponde a un milagro de la Santísima Virgen”. Y desde aquel Santuario comienza a extenderse por el mundo la devoción a María bajo el título de Auxiliadora de los Cristianos.

Pero será exactamente en 1862, en plena madurez de Don Bosco, cuando hace la opción mariana definitiva: Auxiliadora. “La Virgen quiere que la honremos con el título de Auxiliadora: los tiempos que corren son tan aciagos que tenemos necesidad de que la Virgen nos ayude a conservar y a defender la fe cristiana”.

Desde esa fecha, el título de Auxiliadora aparece en la vida de Don Bosco y en su obra como “central y sintetizador”. La Auxiliadora es la visión propia que Don Bosco tiene de María. La lectura evangélica que hace de María, la experiencia de su propia vida y la de sus jóvenes salesianos, y su experiencia eclesial le hacer percibir a María como “Auxiliadora del Pueblo de Dios”.

En 1863, Don Bosco comenzó la construcción de la iglesia en Turín. Todo su capital era de cuarenta céntimos, y esa fue la primera paga que hizo al constructor. Cinco años más tarde, el 9 de junio de 1868, tuvo lugar la consagración del templo.

Lo que sorprendió a Don Bosco primero y luego al mundo entero fue que María Auxiliadora se había construido su propia casa, para irradiar desde allí su patrocinio. Don Bosco llegará a decir: “No existe un ladrillo que no sea señal de alguna gracia”.

Hoy, salesianos y salesianas, fieles al espíritu de sus fundadores  y a través de las diversas obras que llevan entre manos siguen proponiendo como ejemplo, amparo y estímulo en la evangelización de los pueblos el auxilio que viene de Santa María.

Por lo que en cada hogar católico se recuerda de manera especial a la Virgen María rezando en familia el Santo Rosario. De igual manera en instituciones educativas, con actividades de oración y dinámicas acerca de las diferentes advocaciones de la Virgen.

Mientras, la comunidad salesiana y mariana, realizan serenatas en honor a María Auxiliadora. (Fuente: cultoresunidos.org.ve)




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