La Isabelica

Ellos usaban piedras, la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y la Policía Nacional Bolivariana (PNB) tenían un equipo armamentista preparado y diseñado para reprimir a los que se hacen llamar La Resistencia.

Todos los que este 24 de mayo trancaron la Avenida Este Oeste 4 de La Isabelica madrugaron. El sol no salía cuando ya iniciaban las barricadas y los enfrentamientos que desde las 8:00 a.m. tenían en tensión a las comunidades de esa importante zona.

El día anterior (martes 23) los manifestantes quemaron un autobús, una acción tildada de vandalismo por todos los sectores políticos, oposición y oficialismo, opiniones que, sin embargo, no detuvieron el enojo ante la oficialización de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) para el mes de julio.

reposaban alrededor de 15 motos junto a unos 25 efectivos de la GNB

A la 1:30 p.m. algunas bombas lacrimógenas salían disparadas de una de las dos tanquetas que custodiaban la avenida principal, justo al frente de Espiga de Oro, donde reposaban alrededor de 15 motos junto a unos 25 efectivos de la GNB que esperaban empuñar sus armas para apuntar y disparar a los que al otro lado, a tan sólo unos metros, los esperaban sin camisa y con el rostro cubierto por trapos y franelas, mientras liceistas, jóvenes y adultos observaban en las esquinas.

Parecía un enfrentamiento apático, cada 15 minutos aproximadamente los efectivos accionaban sus armas, otros grababan con sus celulares lo que hacían los manifestantes. Ahí no había pacifismo, era la expresión del enojo ante tantas irregularidades y vejaciones que los mismos jóvenes, que rondaban los 18 y 25 años, expresaban. Uno de ellos con una franela roja en su cabeza que dejaba al descubierto sus ojos aseveraba: «Estoy cansado de este gobierno, nos tienen pasando hambre, la represión es brutal y nosotros tenemos que defendernos, pero es una lucha de todos, no puede ser que sólo unos pocos salgan a enfrentarse a esta gente».

Luego de alrededor de 45 minutos, cuando el reloj marcaba las 2:20 p.m. se escuchaban gritos, los vecinos se escondían en sus casas y daban refugio a desconocidos que miraban horrorizados como un GNB, luego de dispararle en la pierna a un manifestante, lo atropellaba con una moto para aplastarle y romperle sus dos miembros. No sólo uno o dos lo afirmaron, fue algo que seis personas en distintos momentos de esa tarde aseguraron. Sus compañeros relataron que tenía las piernas rotas y que luego un motorizado se lo llevó al Centro Policlínico La Viña, para ser intervenido con urgencia.

Como piezas de ajedrez unos avanzaban y otros retrocedían, los escombros y la comida descompuesta hacían de barricadas para evitar el paso de las tanquetas y de algunas motos, que era el peor temor de los protestantes. No eran las bombas que arrojaban las tanquetas, esas que giraban como fuegos artificiales en el suelo, mientras soltaban un humo entre blanco y amarillento que hace sentir la piel con un ardor como de insolación.

para ese entonces dos jóvenes habían sido capturados y encerrados en una de las tanquetas

En un momento de la tarde, antes de las 3:00 p.m., los manifestantes y la guardia se calmaron, a pesar de que se gritaban, uno de los uniformados le decía a su contrincante: «¡Pero para, escucha!» una y otra vez mientras de otro lado un hombre calvo gritaba «¡No lo escuchen, los van a agarrar!». La resistencia ignoró las advertencias y decidió dialogar. Dos jóvenes habían sido capturados y encerrados en una de las tanquetas. Iniciaron las negociaciones.

Los ciudadanos pedían que les devolvieran a los rehenes, los guardias pedían que desmontaran barricadas y se retiraran. Se rehusaron y se acercaron más, pero uno de los que lideraba las conversaciones disparó sin temor y las estelas de humo cubrieron las calle, mientras lo jóvenes gritaban «¡corre, corre!». Luego llegaría la PNB

dos PNB se montaron en la platabanda de una casa a disparar a los manifestantes que retrocedían

La Policía Nacional no tuvo la misma paciencia que sus compañeros de lucha. Iban decididos a atacar con sus escudos y armas en mano, así iniciaron la avanzada. Empezaba la guerra campal en La Isabelica. Los funcionarios lanzaban piedras a las casas y disparaban. Dos se montaron en la platabanda de una casa a disparar a los manifestantes que retrocedían.

Luego de hacer retroceder a los «caratapada» se retiraron, pero la GNB permaneció. Con sus fusiles continuaban amedrentando a los vecinos de los bloques. Los manifestantes avanzaban y retrocedían, pero se notaba como los guardias tomaban el control lentamente. Hasta que las motos fueron encendidas. Aquellos jóvenes corrieron, por primera vez sus ojos descubiertos denotaban el temor que antes no mostraban. Corrían a toda velocidad y buscaban refugio, los observadores se encerraban en las casas mientras los soldados reían con sus armas en mano. En ese momento cayeron cuatro, no lograron escapar, uno de ellos vestido de gris y negro lo tumbaron al suelo y lo amedrentaron.

Más de 30 disparos estremecieron a la comunidad. A partir de ese instante los funcionarios tuvieron el control de la zona y de lado a lado habían cercado el área. Los manifestantes huían, pero esperaban escondidos el momento indicado para volver a trancar.

Los disparos continuaron, pero aquella avenida de La Isabelica estaba desolada y los guardias triunfantes se sentían campeones ante una batalla desigual. Hubo varios heridos, uno de ellos detrás de la oreja. Quedaba en evidencia que esa comunidad estaba resteada con su causa.




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