Carlos Castillo: La pasión de un verdadero fanático

Desde pequeño a Carlos Castillo se le inculcó el amor por el béisbol. Su infancia atesora recuerdos de los grandes jugadores de los años 90, las visitas constantes al estadio con su papá y hermano, en las que disfrutaban como familia del espectáculo, para luego ir tras el anhelado autógrafo de las principales figuras de su equipo favorito desde que tiene uso de razón: Los Navegantes del Magallanes.

Sentado en las gradas del José Bernardo Pérez de Valencia habló de su pasión por el deporte, ese que mueve a millones de venezolanos, que disipa las diferencias al menos por unas horas y por el que el país es reconocido mundialmente. “Yo crecí en este lugar, tanto que nací en agosto y la temporada siempre comienza en octubre. Con tan solo dos meses de edad, mis padres me trajeron al primer juego de ese año” describió con la mirada iluminada y una sonrisa que demuestra su orgullo magallanero.

De esas épocas conserva las risas y los buenos momentos compartidos.También las firmas de Endy Chávez, Johan Santana, John Cotton, José Malave y de Edgardo Alfonzo, su pelotero predilecto, a quien admira por su entrega no solo al Magallanes sino también a los Mets de Nueva York, su otro conjunto preferido.

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TRADICIÓN VERSUS CRISIS

La emoción por el béisbol no se disipa por la crisis económica, pero la afición se ha tenido que adaptar a la nueva realidad financiera, al igual que las empresas que desde el año pasado ofrecen promociones para que las personas asistan al espectáculo, algo que para Castillo no tiene precedentes en la historia beisbolística venezolana.

No solo es el elevado costo de la entrada. A los aficionados también les afecta el precio de la confitería. «No es lo mismo ir al estadio sino bebes cervezas con tus amigos o compras los populares tostones o pistachos, pues parte de la idiosincrasia se pierde».

En el 2016 la afluencia bajó significativamente sin importar quienes se enfrentaban. Castillo recuerda que muchos optaron por ver los juegos a través de una pantalla de televisión o disminuir la cantidad de visitas al campo.

Aunque estas situaciones afectaron de gran manera al fanático no lo hizo con el juego en sí. En la pasada temporada, firmaron contratos varios peloteros que dieron la talla en esa oportunidad como lo hacen en sus equipos en el exterior, ya sean criollos o exportados.

La calidad del mismo no se puede comparar con 20 años atrás, cuando la nación contaba con una buena economía y no existían las restricciones a nivel de divisas. “Ya no se puede ver a un Miguel Cabrera o Pablo Sandoval tan seguido” lamentó.

PASIÓN COMPARTIDA

Al igual que el protagonista de la película “Papita, Maní, Tostón”, una fémina de otro equipo le quitó el aliento y robó el corazón. La relación la describe como picante por las constantes bromas cuando el otro bando no salía tan favorecido. Si el Magallanes perdía o viceversa, no había beso.

Pese a haber tenido parejas que no comparten su misma afición, Carlos Castillo considera que no hay nada mejor que la pareja con la que salga sea de la Nave Turca porque se comparte la pasión.

No podría ser de otra forma, quiere continuar con sus futuros hijos, la tradición que por décadas sus parientes han exaltado y transmitido a las nuevas generaciones.

UNA INESPERADA OPORTUNIDAD

Castillo no concibe su vida sin el béisbol. Durante su adolescencia jugó en una escuela de liga menor de La Isabelica, donde soñaba con pertenecer a las grandes pero el destino le tenía preparada, tiempo después, una oportunidad que nunca se imaginó, luego de desistir de su anhelo de ser beisbolista para estudiar ingeniería en computación en la Universidad José Antonio Páez.

Estaba en los últimos semestres de la carrera, cuando su profesor de redes de computadoras, Javier Clavo, quien se desempeña como coordinador de sistema de la organización, puso su confianza en él y seis compañeros más, para conformar un equipo que no dista mucho del que está en el campo.

El reto que se le presento fue grande, tenía que programar una nueva página para la venta de la boletería, pero como en el juego, todos se apoyaron mutuamente para tener el mejor resultado. “Cuando uno está en el ambiente que le gusta, todo es más fácil. Nosotros sin lugar a dudas, somos una familia” enfatizó.

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