En una semana la Guardia Nacional Bolivariana y la Policía Nacional Bolivariana dejaron las calles y aceras de La Isabelica cubiertas por fragmentos de vidrio.

El 24 de mayo, oficialistas llamaban guarimberos a los que, aseguraban, eran responsables de estos hechos, pero la comunidad grabó con sus teléfonos y cámaras lo que ocurrió y en las pantallas no aparecen jóvenes con rostros tapados, sino hombres vestidos de verde y que portaban armas largas, de esas que disparan perdigones.

Los sectores cuatro, cinco, siete, ocho y nueve fueron los más perseguidos. Todos pagaron por igual: Adultos mayores, adolescentes y sobretodo inocentes.

Más de 10 carros de diferentes modelos y colores fueron violentados, destruidos y dañados

Las redes sociales mostraron lo que ocurrió en un estacionamiento del octavo sector. Más de 10 carros de diferentes modelos y colores fueron violentados, sus parabrisas estaban rotos y las ventanas con enormes agujeros. Había saña y odio. Eran dos palabras que repetía uno de los vecinos de las 33 casas que tienen jurisdicción sobre ese lugar.

Quebrar los vidrios no era la única acción, no era suficiente, necesitaban algo más. Magaly Ferreira, nombre ficticio de esta señora de la tercera edad, denunció que una mujer vestida de verde, con un balde de pintura roja en mano, manchaba los carros «Entre la risa de aquellos militares, la mujer señalaba un carro azul y decía denle a este más duro que se ve que es el más caro”. En el suelo quedaba la evidencia.

Las escopetas apuntaban casa por casa. Algunas familias veían con temor entre las cortinas y otros gritaban a los efectivos: “Asesinos, váyanse de aquí, déjennos vivir, aquí no le hemos hecho nada”. Eran palabras al viento, igual comenzó la lluvia de disparos contra las casas. Las bombas lacrimógenas rebotaban en las paredes y el humo blanco entraba, mientras las madres llevaban a los niños a las partes más seguras de sus hogares.

Luego de 15 minutos se retiraban en sus motos, de dos en dos, como jinetes del apocalipsis. Los vecinos sabían que el enfrentamiento entre guardias y manifestantes, la mañana y tarde del 24 de mayo, en la avenida principal de La Isabelica, tenía que ver con lo ocurrido esa noche.

En algunos locales como el Salón de Belleza Maritza, también se vivió el horror del ataque y el desvalijamiento. Esa tarde del 24 de mayo la dueña del local y su familia estaban resguardadas por la gran cantidad de motos de la Guardia que recorría la zona, escuchaban detonaciones. No se acercaban a las vitrinas por miedo a ser vistos. El cartelón decía cerrado, por lo que no debían intentar entrar, pero lo hicieron.

Más temprano la hija de la dueña había sacado la mercancía de mayor valor. Afortunadamente lo hizo, porque a eso de las 4:10 p.m., unos cinco guardias, con sus cascos y armas, pidieron que abrieran las puertas del local, pero las mujeres se negaron. Si hubiesen obedecido el resultado quizás no hubiese sido el mismo.

La vitrina se desprendía y caía al suelo en miles de fragmentos mientras los efectivos continuaban golpeando todo lo que pudiera quebrarse

La vitrina caía al suelo en miles de fragmentos, mientras los efectivos golpeban todo lo que pudiera quebrarse, inclusive la puerta en la que colgaba un cartelón de una famosa marca para el cuidado capilar.

Lo que quedaba en exhibición eran pinturas de labios y uñas, que se las llevaron. Las mujeres recuerdan las caras de los guardias ante aquellos artículos femeninos “Era como si se llevaran oro”. Los gritos de las mujeres no paraban, tampoco los insultos, mientras vecinos grababan todo.

El ataque cesó porque unos jóvenes, desde lejos, le comenzaron a lanzar piedras y botellas a los guardias. Surtió efecto: pararon el vandalismo para concentrarse en el enemigo.

 Allanamientos

Los días 25 y 26 de mayo en la mañana, funcionarios de la GNB y policías seguirían con sus labores. El día anterior causaron el caos. Los videos en Twitter y Facebook son la viva prueba.

Frente a la Espiga de Oro permanecen dos tanquetas, vigilantes. Son el recuerdo de la batalla campal del día anterior. Cerca de las 7:30 a.m. comenzó los allanamientos.

La dueña de la peluquería sonríe y comenta: “El que no conoce La Isabelica se pierde fácilmente. Esto es un laberinto de veredas y, aunque hay algunas cerradas desde 2014, los que viven aquí saben cómo huir a través de esos corredores”

nada impidió que ingresaran en un estacionamiento del sector cinco y preguntaran casa por casa, con listas en las manos

El comentario de que la guardia rondaba las zonas viendo de lado a lado se corrió. Todos estaban resguardados, era muy temprano, muchos dormían y otros ya habían salido a trabajar. Nada impidió que los uniformados ingresaran en un estacionamiento del sector 5 y preguntaran, casa por casa y con listas en las manos, por el paradero de ciertos individuos que, según ellos, participaron en enfrentamientos de días anteriores.

A un señor al que llaman “Maverik” se lo llevaron al Cicpc Plaza de Toros por presuntamente formar parte de esos eventos, aunque él no era culpable, dice su esposa. La casa quedaba en la vereda y le reventaron la puerta para llevárselo. La mayoría de los vecinos lo vio. Las otras veredas fueron revisadas rincón por rincón.

Horas después, sentadas en unas sillas plásticas dos mujeres, que quisieron llamarse Mercedes y Beatriz para cubrir su identidad, declararon lo que vivieron.

Para Mercedes, era la segunda vez que se le metían en su casa a registrar, a revolver todo sin razón alguna y sin órdenes judiciales. En vez del documento legal sostenían mandarrias, comenta la mujer de la tercera edad y que vive con menores de edad en su humilde casa. En un principio tenía miedo de hablar, pero su amiga la animó: “Hazlo, no nos podemos quedar calladas, si lo hacemos nadie sabrá que ocurrió”

en el bloque 10, durante la noche del 24, motos de la GNB dispararon hacia el edificio para amedrentar

La primera vez que le ocurrió un hecho de esta naturaleza fue hace 15 días, ahora se repite. Mercedes no está tranquila porque no hay respeto por la propiedad privada.

Beatriz relata como en el bloque 10, la noche del 24, las motos de la GNB dispararon hacia su edificio para amedrentar a los que fueron tratados como fisgones. Ella es funcionara de la Gobernación de Ameliach y vive con su hija, que sufre de asma. En el momento que el opresor vio en la distancia la silueta de la mujer decidió disparar bombas lacrimógenas, que crearon un efecto fatal en la joven, que sufrió una complicación respiratoria. 

La evidencia determinó que los artefactos lacrimógenos están vencidos desde el 2015.

En una casa, al lado de una escuela, también irrumpieron, pero las maestras prefirieron guardar silencio, no tanto por su seguridad, sino por la de la cantidad de niños que está bajo su tutela. El patrullaje se mantuvo hasta casi el mediodía.

Segundo allanamiento

El 26 los vecinos suplicaban que todo fuese más calmado, pero el procedimiento se repitió. Esta vez las víctimas fueron señoras mayores que hablaban en el estacionamiento de sus casas, cuando alrededor de cuarenta motorizados de la GNB volvieron a disparar. «¡Métanse, les digo que se metan!”. Las mujeres protestaban, pero los guardias con sus escopetas apuntaban dentro de las casas, inclusive metían los cañones entre las rejas. A pesar de haber visto a dos menores dentro de la casa de Consuelo, nombre que quiso utilizar esta señora,   dispararon. El ataque se extendió por cerca de 20 minutos y al hijo de la vecina una de las bombas lacrimógenas le rebotó en el costado. 

Ese mismo día, horas después, las mujeres mostraban al diputado Marco Bozo los restos de las bombas y perdigones esparcidos por sus moradas. Así como en la Alemania Nazi, La Isabelica tuvo su noche de los cristales rotos.




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