Un episodio más de represión se vivió en El Trigal. Era la tarde del 6 de junio, los vecinos acudieron al llamado de la Mesa de la Unidad Democrática a participar en el «Plantón Nacional». La jornada transcurrió en calma hasta que llegaron los efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana.
Los vecinos relataron como un muchacho de unos 17 años fue interceptado por los militares en la esquina del semáforo de la avenida principal de El Trigal. El joven fue presuntamente robado y desnudado por los militares, quienes al dejarlo sin ropa le gritaron que se fuera. «Luego le dispararon en la espalda y en el cuello con balas de perdigón», relataron vecinos.
Las calles estaban desiertas, no había nadie que lo socorriera. Corrió hacia las oficinas de Hidrocentro y se resguardó en una de las casas aledañas hasta que los guardias decidieran irse, contaron testigos.
Los residentes de El Trigal desconocen el paradero del adolescente. La imagen de él, indefenso y atemorizado, quedará en la memoria de quienes presenciaron tal arbitrariedad.
Pancartas con mensajes de esperanza, lucha pacifica y resistencia adornan las principales vías de la comunidad desde aquel lunes, cuando El Trigal fue referente de la violencia y el ensañamiento de los cuerpos de seguridad del Estado.
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VIOLACIÓN A LA PROPIEDAD PRIVADA
Unas oficinas convertidas en residencias fueron atacadas. Dentro de la vivienda se encontraba una señora, recién operada de una ligaduras de trompas, con sus hijos pequeños: Unos morochos de cinco años de edad y una niña de nueve, quienes regresaban de clases.
Tres bombas lacrimógenas dañaron la puerta principal y los vidrios laterales del piso de arriba.
Desde aquel día, los residentes no duermen tranquilos. El miedo a que antisociales o los mismos efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana irrumpan en el sitio es permanente. Tras ser violentada la puerta, cualquiera podía entrar.