Don Ernesto Pérez en su programa. Foto Carolina González

Lo llaman «el Niño» y conduce un programa muy escuchado. Ernesto Pérez, el bochinchero de las mañanas, es en realidad tímido y algo serio, pero muy agradecido con la gente que lo reconoce y lo bendice. «Esos son los premios que uno agradece de corazón».

El 15 de abril de 1981 comenzó una historia, una de las más felices de su existencia. Ese día inició su paso por Radio América, la emisora con la que siempre soñó y en la que, casi 42 años después, aún se mantiene.  «Qué iba yo a imaginarme que me iba a convertir en la voz que identifica a Radio América. Se siente una profunda emoción y mucho agradecimiento»

A sus 84 años, don Ernesto es un activo locutor de la emisora patrimonio de Valencia. Desde las 9 de la mañana hasta las 12 del mediodía, su muy escuchado programa, el Bochinche de las Mañanas, incluye música, comentarios y lectura de la segunda edición del noticiero noticias de lunes a viernes. Sábado y domingo no incluye noticias.

Su amigo Joaquín Jiménez González lo bautizó como el Niño. El argumento es que siempre tuvo actitudes de niño y carecía de malicia. Aún hoy se le reconoce de esa manera.

Don Ernesto Pérez, una leyenda de la radiodifusión en Carabobo

 

Don Ernesto Pérez, 62 años en la radiodifusión venezolana. Foto Carolina González

Lo curioso es que Ernesto Pérez es un hombre muy tímido. Así lo confiesa durante la entrevista, pero aclara que al entrar al estudio se olvida de todo, deja tras la puerta los nervios, cualquier problema que pueda tener y se dedica a hacer lo que más le gusta. «Soy otro, soy el bochinchero de las mañanas»

Sus inicios en la locución fueron en Radio Valencia, una desaparecida emisora en la que trabajó durante 19 años. Allí conducía un programa llamado La Guachafita. «Un día me llamó Manolo Fachín Viso y me dijo: ´Niño, quiero que trabajes conmigo´. Poco después,  el 15 de abril, empecé en Radio América»

Así ya alcanza los 62 años en la radiodifusión, el mismo tiempo que tiene de casado. Todas estas décadas de ininterrumpido trabajo están, por supuesto, cargadas de anécdotas.

Frescos están en su memoria los tiempos en los que, aún sin ser locutor, leía las noticias sentado a las afueras de su trabajo, en el centro de Valencia. «La gente creía que se trataba de un noticiero, pero era yo leyendo el periódico, con voz de locutor».

También recuerda a las personas que van a la emisora a saludarlo, a quienes le dicen que debe ser un buen bailarín como buen bochinchero de las mañanas que es. O a la patrulla que llegó con un niño perdido y a los pocos minutos de difundir la información, llegó la mamá.  Es lo que lo llena y le hace sentir satisfecho y feliz por el trabajo que desarrolla.

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El cambio de Radio América de AM a FM lo considera un avance. «Fue la primera emisora que dio ese paso y con una calidad indiscutible. Hoy estamos como al principio, con mucha gente que nos sigue. Radio América para el valenciano es su tribuna, donde expresar lo que siente, desde la tristeza hasta la alegría».

Pérez recuerda la última transmisión realizada en directo desde la plaza Bolívar, a propósito de los 468 años de Valencia. «Estaba el público escuchando a través de altavoces y me correspondía el honor de arrancar la transmisión. Yo no encontraba cómo hacerlo, ha sido uno de los momentos más tímidos, más difíciles por los que he pasado, por poco me meto debajo de la silla, porque la pena me invadió. Pero luego recibí la compensación, la sorpresa fue esa gente que se paraba de las sillas para acercarse a mi, para darme abrazos, bendiciones, para retratarse conmigo».

Esa receptividad es cosa seria para Pérez. «En mi casa reflexiono, Dios mío hay que ver el compromiso que hemos asumido, porque la gente confía en nosotros y eso a mi me conmueve, me hace feliz, porque la tarea es servir y que el trabajo resulte de beneficio para quien lo recibe».

Esa es la energía que a sus 84 años le mueve a seguir cada día. Narrando la segunda edición del noticiero de Radio América, a las 11:30 de la mañana dentro de su programa de variedades, el Bochinche de las mañanas, que se extiende también a los fines de semana. «Sin este trabajo yo no sería feliz».

 




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